sábado, 10 de julio de 2010

Las facecias de Poggio Bracciolini

Al inicio del renacimiento, un protegido de los Médici, Gian Francesco Poggio Bracciolini (1380-1459) dedicó una parte de su vida a juntar una notable colección de cuentos cómicos (chistes o chascarrillos), supongo que eran del conocimiento popular, o que en su búsqueda de documentos raros tropezó con algunos y los fué juntando en una única obra.

El compendio de cuentecillos nos llegaron al español con el nombre de Facecias, de las cuales, alrededor de una tercera parte son de corte picaresco. Para su época deben haber sido considerados altamente vulgares e incluso perseguidos y destruidos. Lo que me llama la atención de dichos cuentos es que algunos los podemos encontrar en los autores latinos, y muchos han sobrevivido como chascarrillos hasta nuestros días.

Lo interesante de las Facecias para la literatura erótica, es que fueron la base de muchas historias, cuentos, versos y redondillas. Encontramos que Samaniego, Iriarte o LaFontaine, fueron influenciados en sus obras "picarescas", y es que tan pronto como las facecias fueron editadas en latín, se tradujeron a muchos idiomas y la obra circuló ampliamente entre los humanistas del siglo XV.

Las facecias son una especie de "nouvelles" en su mínima expresión; hablan de la venalidad de la clerecía, de cuernos y de mujeres mal portadas. Casi todas las facecias terminan con una línea final que le da una chispa al cuento.

De un aprendiz de zapatero quien prefería la casa de su maestro al taller:
Un zapatero en Arezzo tenía un aprendiz quien frecuentemente dejaba el taller y se retiraba a la casa de su maestro, en base a que podía trabajar mejor y más confortablemente en el silencio de la casa.
Esto levantó sospechas en el zapatero, tanto que vino a casa un día inesperadamente y encontró al joven en cama con su esposa.
El zapatero reprendío a su aprendiz: Estás perdiendo tu tiempo; por este tipo de trabajo yo ciertamente no voy a pagarte.


Nota humorística de una mujer a punto de parir:
Una jóven mujer en Florencia, quien no era muy rica en sabiduría, llegó al parto y sufría de grandes dolores. Cuando su trabajo había durado un largo tiempo, la partera tomó una vela y miró abajo para ver si había algún signo de la creatura.
En esto, la sufriente mujer le pidió que también buscara en la parte posterior, porque su marido había usado ocasionalmente el camino trasero.


El sueño de Francesco Filelfo
Francesco Filelfo estaba celoso de su mujer y vivía en contínuo temor de que lo traicionara, tanto que sus días y noches eran consumidas en vigilarla.
Una noche, mientras dormía, vino a él un espíritu entre sueños quien le prometió rescatarlo de cualquier duda acerca de su mujer, si él hacía lo que le ordenara. Y cuando Francesco en su sueño asintío alegremente y prometió pagarle con gratitud, amor y oro, el espíritu le dijo: Toma éste anillo y mantenlo cuidadosamente en tu dedo. En tanto lo uses, tu mujer nunca te traicionará sin tu conocimiento.
Alegre, Francesco despertó de su ensueño para encontrar que tenía su dedo en la vagina de su mujer. Y ciertamente que ésta es la mejor manera de salvaguardar para un marido celoso, porque de éste modo su esposa no le podía ser infiel sin su conocimiento.

Ver la similitud de éste con "el anillo de Hans Crável" de La Fontaine en fábulas libertinas

De los calzones de un Fraile, y cómo se convirtieron en reliquias sagradas:
Una mujer casada fué a confesar sus pecados a un fraile de las órdenes menores. Durante la confesión, el fraile estaba fuertemente movido por el deseo y la importunaba ardientemente, hasta que al fin la ganó para sus pasiones, sólo restando arreglar el encuentro. Llegaron al plan que la mujer fingiría una enfermedad y llamaría al monje a su recámara, siendo la costumbre el dejarlos solos para que el alma fuera libre de expresarse.
La mujer cayó en cama, quejándose de graves dolores, y llamando a su confesor. Éste vino y pronto, hallándose a solas en su habitación, se quitó los calzones y procedió a escuchar su confesión de la manera acordada.
Como la confesión tomó un largo tiempo y el esposo sin sospechas, se preguntó por la tardanza,  repentinamente entró al cuarto. El monje, horrorizado al ser descubierto, huyó dejando sus calzones atrás en su prisa.
Cuando el marido vió los calzones, protestó escandalosamente que el hombre no era un fraile, sino un amante, y buscando al prior del monasterio, se quejó amargamente y pidió la pena de muerte para el hombre. El prior, quien era un hombre anciano, lo persuadió invocando a la familia y al honor, diciéndole que era mejor mantener aquello en secreto. El marido respondió que el asunto de los calzones se había hecho suficientemente público como para callarlo.
Sin embargo, el anciano padre encontró la manera, diciéndole que los calzones podrían pasar por aquellos de San Francisco, las cuales habían sido tomadas como una reliquia sagrada para curar a la mujer enferma. Y que debía devolverlas con solemnes pompas y ceremonia pública.
El prior arregló a los monjes, y , vestidos en sus santos vestuarios, procedieron a casa del ofendido. Allí, el prior tomó los calzones devotamente y los colocó en un cojín de seda, y acompañados por cantos y ceremonias, fueron devueltos al monasterio y puestos junto a las otras reliquias.
Cuando el engaño fué descubierto, los oficiales de la ciudad comenzaron una investigación por sacrilegio.

Vemos el cuento de los Calzones de San Francisco, que encontramos en Samaniego, en el jardín de Venus

Hay una edición privada en inglés fechada en 1930, en Nueva York, que reúne 87 facecias de corte erótico, para mí, es la mejor colección, y como está disponible en dominio público, les invito a leerla (en inglés):
http://www.elfinspell.com/PoggioSecondTitle.html




Perversógrafo: sexo vaginal y anal, adulterio, anticlericalismo homosexualidad

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