martes, 17 de agosto de 2010

Kurt de "Kurt K." (Pedro de Silva)

Miniatura de elementoEn Kurt, encontramos una colección de 100 reflexiones eróticas, escritas por un hombre de una sensibilidad exquisita. Tenemos cuentos sobre el deseo, sobre el sexo y sobre el género, cada reflexión es un divertimento de unas cuantas líneas, pero llenas de sabiduría y filosofía.
En la mente de un hombre sencillo, vemos pasar ideas, sentimientos y pensamientos sobre todo lo que puede preocupar a una mente inquieta.

Kurt es un hombre desnudando sus sentimientos y sus deseos. En éste magnífico libro de la colección La Sonrisa Vertical, encontramos reflexiones sobre la religión, sobre Dios, los dioses y el diablo.




Encontramos interesantes pensamientos sobre la moral, los celos, los besos, la belleza femenina en sus formas juveniles, infantiles y maduras, en la geometría variable que el cuerpo tiene en la vida real, y en su diferencia contra el cine. El recato y el exhibicionismo de la mujer, y su dualidad de ser recatado y sexual al mismo tiempo.

Kurt piensa en todo aquello que es femenino, en la posesión de un cuerpo, en el exhibicionismo como una forma de erotizarse, de la ceguera que se siente en los instantes de gran excitación sexual y cómo nos cambia la fantasía. La coquetería de sentirse observada y desnudada por un hombre, el amor, la lencería.

Kurt piensa en todo aquello que es masculino, en la impotencia sexual, en el feminismo y en el machismo, en el donjuanismo, en tener el dedo de ella en el culo y en los uniformes de colegiala, la coprolalia en la cama, el masoquismo de la mujer.

 El suplente
 Mientras fuma un cigarrillo, medio recostada sobre la almohada, con la luz de la tarde en retirada, le cuenta lo que más detesta de su hombre, y hace que esté con Kurt: no pierde nunca la compostura; piensa que lo hace así para que ella no se acerque al centro de él. Como se trata de un encuentro ocasional, e ignora todo de la mujer, Kurt la valora en poco, y no la entiende. El hombre en cuestión, le explica ella, le hace un amor convencional, no en las técnicas, sino en los gestos que aplica al propio cuerpo, que nunca se descomponen ni pierden coherencia, ritmo, estilo: jamás parece inerme, poseído. El amor físico, añade, si es hondo, es una caída, un traspiés, una pérdida de estilo, un abandono al mal gusto, que es lo que queda de nosotros cuando el espíritu sale fuera. Su espíritu, en cambio, nunca abandona el barco, y no es posible abordar éste a la deriva, vacío de sí, lleno sólo de sus fantasmas. ¿Y yo, hago eso acaso?, pregunta algo asustado Kurt. Tú lo finges muy bien, responde ella, eso me excita, y me basta; no deseo conocerte.

No
 Kurt le pregunta cuáles han sido sus fantasías sexuales en los últimos días. Ella rehúsa hablar del asunto. Pretexta que un sentimiento de pudor no se lo permite. Kurt le pide entonces, tras un breve forcejeo, que ella le diga qué es lo que desea que hagan, antes de hacerlo. Vuelve a mostrarse renuente, pero se acerca a Kurt, sin dejar de apoyar las nalgas en el sofá de enfrente, y luego se tumba hacia atrás. Al fin irrumpe en su boca una respuesta, acompañada de un mohín no demasiado artificial y los ojos muy abiertos: ¡Por el culo no!
 Antes no se había hablado de ello. La conversación se reanuda ahí, y ella da razones convencionales para su negativa (estrechez, sequedad, agujero inmundo, etc.). Kurt le dice que al fin sabe lo que quiere, pero necesita vaselina. Ella protesta, pero trae un pequeño bote, sin estrenar, que desenvuelve de un paquetito con aspecto de recién comprado. Confiesa entonces que su fantasía es con dos hombres, uno por cada agujero. Kurt dice que nunca será lo mismo, pero hará lo que pueda. Ella protesta de nuevo, se resiste, grita, antes de que ocurra nada, y lo hace bien colocada boca abajo, sin que nadie la fuerce a ello, ni se lo haya pedido.

 No hay pared por medio
 Durante una ausencia prolongada, con el teléfono de único consuelo, ella le dice a Kurt que de mañana, al mirarse desnuda en el espejo del baño, se ha deseado para él. Kurt tarda en reaccionar. Luego la llama. Te has deseado para ti, le dice Kurt, te amas, pero no puedes hacerlo contigo, si pudieras lo harías; ¿has intentado besarte en el espejo?, ¿has probado a olerte?; yo soy sólo tu ayudante, un instrumento de tu egofilia. Ella queda en silencio, luego cuelga y al poco llama a Kurt. ¿Es imposible que comprendas el amor?; si quiero que me tengas, y formes parte de mí, es porque deseo no ser ya mía, le dice. Eres tú la que quieres ser yo para hacerte el amor, responde Kurt. Si pudieras desdoblarte, yo te sobraría. Esa pasión que sientes es la de conocerte desde fuera. Puro onanismo. A poco de colgar, desbordado por todas partes, Kurt se masturba, con dulzura desconocida, y siente que su mano es la de ella. Después mira al techo, y le gustaría que no existiera. Luego piensa que, en realidad, los dos hablan de lo mismo. La llama, para decírselo, pero su teléfono no contesta.

 Nada es perfecto
 Superada la curiosidad, un periodo mágico pero efímero, llega el tiempo de los juegos, a través del cual los amantes van construyendo los perfiles de uno y otro (son siempre rasgos que ellos mismos se atribuyen: no estaban antes). Kurt pide a la mujer que elija lo que desea, y, para facilitar, le propone una combinatoria con tres opciones verticales y tres horizontales. Las verticales son A (ano), B (boca) y C (coño), y las verticales, D (dedo), E (lengua) y F (falo). Posturas aparte, el amor es siempre el cruce de una concavidad y una convexidad de las descritas, de donde salen nueve opciones. Kurt ha construido un dado con las seis letras y propone jugar. Ella se asusta, o finge hacerlo, y para ganar tiempo arguye que no todo está en orden, pues lengua no empieza por E. Entonces Kurt sugiere que se elimine la lengua del juego, y ella, tras unos instantes, en los que pasan las escenas detrás de sus ojos, responde, mientras toma el dado, que no hay por qué caer en ese nominalismo.

 Las uvas están verdes
 Kurt se cruza con una adolescente, y la examina. Va muy erguida, pierde incluso hacia atrás la verticalidad, como una pared extraplomada. Estira el cuello, se mueve de modo hierático y no mira a nadie. Kurt piensa que es actitud de quien conserva la doncellez. La joven sabe que es propietaria de un cuerpo, lo primero tal vez que tiene en su vida, y nadie le ha enseñado a administrarlo. Al tiempo ve en toda mirada masculina una codicia, y su gesto corporal, de desplante, es una afirmación radical (superficial, pues) frente a la morbidez que la rodea, como si farolas, semáforos y papeleras tuvieran tentáculos lascivos. Lleva cerrada la boca, para no perder hermetismo. Al hacerlo, se le pronuncia el hocico, sea por un artefacto de ortodoncia o porque la dentadura aún no se ha asentado, y los molares presionan el sistema hacia delante. Aunque es bella, no alza en Kurt ningún deseo, sólo ternura, y, para no desairarla, la mira con ambición que en realidad no tiene. No se perdonaría que ella percibiera indiferencia a su alrededor.

Para mí, se trata de verdadera literatura erótica para mujeres…y para hombres, a mí me encantó el libro.
Miniatura de elemento
Miniatura de elementoPerversógrafo: Sexo vaginal, oral, anal, juguetes sexuales, lesbianismo, masturbación, anticlericalismo,  voyeurismo, exhibicionismo, menstruación, embarazo, masoquismo


Kurt
Silva, Pedro de
Abril 1998
La Sonrisa Vertical SV 106
ISBN: 978-84-8310-584-9
224 pág.


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