miércoles, 27 de abril de 2011

Zonas húmedas de Charlotte Roche

Tener almorranas es una cosa, usarlas como pretexto para escribir un libro es otra. Que el libro se convierta en un éxito de ventas es algo muy extraño

Yo no tengo olfato, así que en cierta forma veo con asombro algunas de las actitudes occidentales sobre diversas partes del cuerpo y sus fluidos. Con esto no digo que simpatizo con la falta de higiene de la narradora del libro, sino que comprendo que hay estructuras sociales de aceptación detrás de algunos de nuestros hábitos de higiene y en nuestra educación. Así, en mi cultura una mujer difícilmente aceptaría que le pusieran un moco en su oído, pero aceptaría esmegma dentro de su vagina.

Bueno, pero repito lo que he dicho; mi ignorancia en éste y en casi todos los temas es profunda y enciclopédica (me siento orgulloso de ella y se las comparto)

Dicho esto, comienzo por mencionar que en mi opinión existe una corriente literaria actual en una parte de Europa que crea novelas acerca de jovencitas sexualmente desinhibidas y con una actitud de reto ante el lector porque "naturalizan" lo sórdido. Curiosamente el género lo han identificado como literatura erótica, y se han hecho algunos de los best-sellers más vendidos de los últimos tiempos ( "La vida sexual de Catherine Millet", "Marranadas") Millón y medio de libros vendidos en 25 idiomas no es una bicoca.

Fenómeno aparte, el libro tiene dos cosas por las que "te gancha"; la primera es el divertido carácter de Helen, la narradora, una chica que no llega a los 20 años (mentalmente desequilibrada) cuya manera de llamar la atención ha sido hasta ahora el ir contra las normas de higiene básicas: se come las lagañas, hace sus propios tampones, nunca se lava la cara, se lame su esmegma y se mete huesos de aguacate en la vagina para sentir que ella parió a los arbolitos que siembra. La segunda cosa ya la deben haber adivinado, es el morbo de saber hasta dónde puede llegar la actitud provocadora.

La historia comienza con Helen en el hospital, recuperándose de una operación por una fisura anal que se causó por error con la navaja al estar rasurándose y topar con su horrenda hemorroide. Detrás de la divertida provocación de Helen hay una historia muy triste, historia que apenas se adivina: Helen está sobrellevando el desamor que sus padres (principalmente su padre) tienen por ella, creyendo que si logra hacer que vivan juntos de nuevo todo se arreglará.

Helen se pasa todo el tiempo rememorando su cochina vida, cómo aceptaba ser depilada por un extraño, su consumo de drogas, cómo disfrutaba de su sexualidad abiertamente y sin más tapujos que nunca tener sexo anal sin haberse lavado el colon mas que con amantes con quienes tuviera demasiada confianza.

Si un tío me quiere o está enconado conmigo, esa coliflor no debería tener ninguna importancia. Además, llevo muchos años, desde los quince hasta los dieciocho que tengo ahora, sin que mi hipertrofiada inflorescencia me haya impedido practicar el sexo anal con gran éxito. Gran éxito significa para mí: correrme a pesar de tener la polla metida solamente en el ano y sin que me toquen nada más. Estoy muy orgullosa de ello.
Por otra parte, es la mejor manera de comprobar si un tío me quiere de verdad. Ya en uno de los primeros encuentros le pido mi postura favorita, la del perrito, o sea, a cuatro patas y con la cara hacia abajo, en la que él viene por detrás y busca con la lengua el chochito mientras su nariz se hunde en mi ano. Eso implica un avance pausado y paciente, ya que el ano está cubierto con mi hortaliza. La posición se llama cópula facial. Nadie se me ha quejado todavía.

Helen se tira pedos, usa sus fluidos corporales como fragancia, se come los mocos, se maquilla sobre el maquillaje del día anterior sin lavarse la cara, intercambia tampones usados con sus amigas y los usa, se ha esterilizado en secreto para no tener hijos.

El estilo de escritura es sencillo y directo, sin muchas vueltas; divertido y sucio. Desgraciadamente la novela no tiene mucho tema: Helen está recuperándose, al darse cuenta que está por ser dada de alta y que no ha podido reconciliar a sus padres, se lastima la herida intencionalmente contra la pata de la cama, causándose una horrenda hemorragia que la lleva a la sala de urgencias.

Así, mientras nos cuenta su vida vacía en la que no importa mas que los fluidos y el sexo, se dedica a implicar secretamente a desconocidos en sus cochinadas; embarra sus almorranas en la caja de la pizza, ensucia el hospital y le da a comer a otros sus fluidos sin que lo sepan. Al final, fracasado su plan de reconciliar a sus padres, se enamora de su enfermero y huye con él del hospital.

Humor, ironía y lenguaje soez. Asqueroso, provocador, sórdido, el erotismo llevado al límite del mal gusto.

Cuando veo que voy a tener sexo con alguien aficionado al coito anal, le pregunto si quiere churro con chocolate o sin él. Me explico: a algunos sodomitas les gusta sacar a la luz un poco de caca con la punta de la palanca, ya que el olor a mierda excavada por uno mismo les pone cachondos. Otros prefieren la angostura del ano sin excrementos. A cada cual lo suyo. Para quienes quieren una vía de penetración limpia he pedido en internet, en Cuero & Látex SL, un chisme que se parece a un dildo. Tiene orificios en la punta y está hecho completamente de acero de quirófano (no estoy segura, pero suena bien y tiene pinta de serlo).
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Imagen sacada de aqui
Cuando un tío quiere churro con chocolate, sólo acepto si ya he tenido buen sexo con él un par de veces. Es una gran muestra de amor por mi parte eso del sexo anal sin riego previo, y necesito tener mucha confianza para permitirle a alguien adornar su polla con mi caca. Si no vacío el intestino antes del sexo, sea con el irrigador anal o en el váter, la caca, situada a pocos centímetros de la entrada, está lista para salir. No hay cosa más íntima para mí. Cuando practico esta forma de sexo, toda la habitación huele a mis tripas, o al menos yo huelo mis tripas durante todo el acto. Basta con que el tío la meta brevemente y toque mi caca con su capullo. Si luego la saca y ensayamos otra postura, su polla actúa como un cimbreante arbolito ambientador impregnado del olor de mi caca.

Si quieren mi opinión, en pasadas épocas la infidelidad femenina provocaba escándalo; la picaresca hablaba de cuernos. En otra época era el sexo como tal y la literatura libertina hablaba de sexo. Un tiempo fue la flagelación, o el sexo "de tal o cual sabor", y la literatura daba lo que escandalizaba. Hoy que el sexo por sí mismo ya no escandaliza nos encontramos que el morbo nos viene de la higiene, como si no fuéramos animales que huelen, supuran, sudan, sienten con toda la piel de todo el cuerpo, hasta esas zonas húmedas que nos habla el libro.

Cuando se la pelo a alguien, siempre procuro que quede un poco de esperma en mis manos. Luego rasco el esperma con mis uñas largas y lo dejo que se seque en la zona subungular para luego, en el transcurso del día, sacarlo a mordisquitos, darle vueltas en la boca, masticarlo y tragarlo después de un largo proceso de derretido y saboreo. Así tengo un recuerdo de mi buena pareja folladora, o sea, un caramelo conmemorativo del encuentro sexual. Es un invento del que estoy muy orgullosa.
Lo mismo vale para el esperma que ha ido a parar al chochito. ¡Precisamente no hay que destruirlo con el bidet! Hay que llevarlo con orgullo. Al instituto, por ejemplo. Horas después del sexo, el cálido flujo sale del chochito cual grata sorpresa. 
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Antes se consideraba que era repugnante que un hombre se tirara a una mujer que sangraba. Pero parece que eso ha pasado a la historia. Cuando follo con un chico al que le gusta que esté sangrando, dejamos la cama hecha una marranada a lo gore.
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Cuando tengo la regla, también me encanta que me lo chupen. De hecho, es una especie de prueba de fuego para él. Después de terminar, levanta la cabeza y me mira con la boca pringada, y yo le doy un beso para que los dos parezcamos un par de lobos que acaban de cepillarse un venado.
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Cuando chupo una polla y quiero que se me corra en la boca, tengo que controlar muchísimo para que no me dispare la leche en la campanilla. Entonces vomito enseguida. Ya me ha pasado. Y es que por orgullo me empeño en meterme la polla bien dentro de la garganta para que sea una gozada también para la vista. Quiero parecer una tragasables. Pero he de estar muy pendiente de la campanilla, que estorba un montón. Así que el escenario de la corrida tiene que estar al lado.

Si es erotismo o no, no soy quién para decirlo, a mí me hizo reir, pensar y me ganchó la lectura....pero tampoco es para un premio Nobel. Leo que en Alemania Charlotte Roche tiene furiosos defensores y furiosos detractores....no creo que la lectura de para tanto.



Perversógrafo: sexo vaginal, anal, oral, hemorriodes, pedos, escatología, juguetes sexuales, masturbación, depilado, menstruación, beso negro, pedos, lesbianismo, masaje de próstata.


Zonas Húmedas
Charlotte Roche
Editorial Anagrama
2010, España
ISBN: 9788433973962
208 págs.

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