sábado, 11 de junio de 2011

La atadura de Vanessa Duriés

Este asunto del "sadomaso" me genera sentimientos encontrados. Por un lado la dominación me parece muy excitante; pero por el otro la sumisión no tanto. El asunto de los "esclavos" pasivos es especialmente anticlimático, ya el maltrato psicológico y la humillación es muy molesto.

Una fantasía de un hombre violando a una mujer puede excitarme, el que una mujer acepte ser insultada o humillada no.

Aquí tenemos un relato supuestamente real y de primera mano de una masoquista. Vanessa Duriés escribe una historia de cómo se inició en el mundo del sadomasoquismo, el porqué le gusta y el cómo se fue adentrando hasta esclavizarse sumisamente y por completo.

La narradora recuerda cómo la bestia que su padre era, le inflingía terribles castigos físicos y torturas sin que  apenas hubiera motivo. Cómo la asustaba su padre, y cómo desde temprana edad aprendió a sacar placer de las golpizas.


El primer recuerdo de los castigos que me infligía mi padre se remonta precisamente a esa época. Debí de hacer alguna tontería, y él me ató de pies y manos en el pasillo de la espléndida casa en que vivíamos. Esa misma noche recibí una severa tunda. Ese castigo marcó hasta tal punto mi cuerpo y mi memoria que todavía hoy sigo recordando esos primeros golpes, ese primer terror, mi primer y auténtico sufrimiento de víctima inocente...
Mi padre adoptó la costumbre de pegarme en cuanto cometía la menor falta o me mostraba insolente. Armado con uno de sus inquietantes zapatos negros, que siempre estaban relucientes e impecables, y con el cinturón marrón de piel de cocodrilo que mis hermanas y yo le habíamos regalado, no recuerdo ya si para el día del Padre o para Navidad, me asestaba violentos golpes, y con tal puntería que siempre alcanzaban las partes más sensibles de mi cuerpo.
Cuando mi padre estaba de pésimo humor, me ataba y me encerraba en un armario oscuro cuya exigüidad me daba terror. Sus enormes y poderosas manos me azotaban el rostro demacrado, que de inmediato se ponía tan rojo como la señal de socorro que izan los barcos que van a naufragar. Huelga decir que, las primeras veces, estos castigos injustos me humillaron profundamente. Pero, de manera inexplicable, cuanto más se repetían, tanto mayor era el extraño sentimiento que me embargaba, un sentimiento que primero me inquietó, luego me asqueó y acabó por desestabilizarme con respecto a mi padre, a quien no conseguía odiar.



Antes de cumplir 20 años, virgen aún, encuentra a un hombre iniciado en el mundo del "sadomaso"; un hombre que pronto la conquista y la hace su esclava. De manos de él recibe torturas hasta declararse abiertamente masoquista y enamorada de él.

En un principio, el libro parece ser un manual del "sado", con descripciones del mundillo BDSM, las relaciones entre parejas y sus esclavos y esclavas, descripciones de la vestimentas típicas y se adentra en el mundo sicológico de los sumisos.

Su iniciación es llevada a cabo en una ceremonia en un sótano que simula una mazmorra; allí es atada a una cruz, violada con dedos, penes y consoladores por el ano, la hacen comer su propia mierda. Se describe la humillación, el dolor y el sexo hasta llegar al agotamiento.

En el sótano conoce a una esclava rebajada, "un saco de lefa", un cuerpo en el que todos podían eyacular en cualquier parte sin que pudiera negarse; con ella la obligan a tener una sesión de lesbianismo antes de desatarla y ponerle pesos en los pechos y la vulva, de ser flagelada salvajemente, vaciarle cera ardiendo, picarla con agujas y violarla multitudinariamente;  masturbarse sobre ella atada de nuevo en la cruz.

Si el relato de su iniciación es fuerte, la parafernalia no desmerece nada contra las parejas que conocerán en otras ocasiones. Castigos por gritar mientras la flagelan, cepos para violarla entre todos (hombres y mujeres) ella tiene orgasmos cuando más sufre de dolor.


Fue el Ama Maïté quien me condujo allí. Me colocaron frente a una pared en cuyo centro había un agujero, de modo que mi cabeza sobresalía por un lado y mis nalgas y mis piernas por el otro. Iban a penetrarme por detrás ya forzarme por la boca al mismo tiempo.
Maïté me ordenó que me colocara y no tardé en quedar abierta de piernas en señal de docilidad, con la grupa exageradamente en pompa y la boca ya abierta, dispuesta a que me utilizaran para lo que mis amos dispusieran. Al verme tan sumisa, su cólera se apaciguó.
- Estoy orgulloso de ti, te comportas tal como yo esperaba. Sigue así - me dijo Pierre con ternura, acercándose a mí.
Estas palabras me emocionaron. Sus juicios sobre mí eran siempre tan severos que apenas podía creer lo que acababa de oír.
...
Impaciente por satisfacerse a su vez, Pierre tomó el lugar del Amo Julien. Me folló por la boca, utilizando mi lengua como si fuera un estuche, y yo le hice esta felación con un recogimiento místico. Entretanto, el Amo Julien utilizaba mi vagina sin miramientos. Excitado por el espectáculo de la felación que le hacía a Pierre, de repente el Amo Julien decidió poseerme por el conducto más estrecho, que, como mi cuerpo entero estaba a su merced. Con ánimo de hacerme daño, me penetró sin preámbulos, pero yo extraje de la mirada de mi Amo, que me observaba intensamente, el valor para no soltar un solo gemido. Con las dos manos, le comprimí la verga al ritmo de las embestidas que me proyectaban hacia delante, hacia aquel que estaba en el origen de todo. Creía que la prueba había acabado ya cuando un tercer miembro, más duro aún que el anterior, forzó los labios de mi vulva. Me quedé por completo desconcertada. El súbito silencio me exasperó, pues no podía ver nada de cuanto ocurría a mí alrededor. Me poseían, me penetraban y yo nada veía, no reconocía ni a Pierre ni al Amo Julien, y el Ama Maïté era una mujer.


Después de bañarla, usan su culo sobre una mesa. Ella es feliz y está muy enamorada de su bruto.

En las fiestas, la condición de los esclavos es humillante; enormes vibradores que deben usar frente a todos, deben lamer los genitales de los dominantes sin importar el sexo y deben comer de ellos. Hay sillas especiales para dar sexo oral mientras los comensales cenan y hay calabozos que hacen recordar iglesias, con confesionarios (glory holes), altares para complejos rituales violatorios, la ropa de cuero con clavos, máscaras para la cabeza; mazmorras que forzan el recuerdo de los castigos de la inquisición, con fierros para marcar la carne.

Hay pinzas para los pezones, pesos para deformar la vulva y sobre todo violaciones orgiásticas hasta el agotamiento. Todo regado por frases de agradecimiento y amor infinito a su amo.

En algún capítulo hay una extensa crítica hacia quienes no nos gusta la práctica ritual del BDSM, de quienes sólo somos mirones, de aprovechados advenedizos que quieren sexo fingiendo tener una esclava; solitarios crueles, masturbadores, voyeuristas, intercambio de parejas y toda clase de gentes que no compartimos el mundillo. La crítica es ácida e innecesaria.

Luego comienza el giro del libro; hasta ese momento ella ha descrito el mundo del BDSM como un universo íntimo, que personas como ella disfrutan en la intimidad de una relación como un juego, pero desde un principio advierte que le parece innecesario que haya personas que hacen gala de sus gustos y prácticas y que son abiertamente sádicos o sumisos, llevando su mundo privado a su vida diaria.

En el siguiente capítulo, deciden "hacerla puta"; así que la venden en un burdel a un hombre aficionado a la orina. En el burdel vende sexo, se exhibe, baila, orina en público, etc.

Posteriormente él manda hacer un cinturón de castidad y la obliga a llevarlo en público bajo su ropa. Al negarse él la maltrata cruelmente hasta que ella cede. El Sado se cuela en su vida diaria, la venden públicamente, la pasean con una correa como perra, le dan de comer en el piso de un restaurante, la infibulan, y le ponen un símbolo público de esclava para que lo use a diario.

Al final es descubierta por sus padres, pero ella se justifica y huye con su amado.

Como un documento del mundo del sado el libro es toda una revelación; aunque se dice que es un libro de cabecera para los del mundo del BDSM, para nosotros los no-creyentes y no-practicantes de ese mundo, creo que es interesantísimo; al margen de lo que uno crea de las prácticas.


Perversógrafo: Sadismo, masoquismo, dominación, sumisión, sexo vaginal, anal, oral, masturbación, homosexualidad, flagelación, lesbianismo, humillación, coprofagia, bondage, lluvia dorada, urofagia, vendas, glory hole, fetiches, exhibicionismo, urofagia, trios, orgías.


La atadura
Vanessa Duriès,
La Sonrisa Vertical SV 118
Marzo 2002
ISBN: 978-84-8310-801-7
144 págs.




1 comentario:

  1. Hola, que interesante este blog de relatos eróticos muy buenos por cierto. Yo soy escritor, me preguntaba si les interesarían algunos de mis relatos eróticos?

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