martes, 20 de septiembre de 2011

Manual de urbanidad para jovencitas de Pierre Louys

A finales del siglo XIX y a principios del siglo XX, la población de las ciudades estaba cambiando; mucha gente del campo estaba llegando a las ciudades para integrarse a la naciente clase media. Dicha clase media emergente tenía ambiciones culturales, por lo que eran comunes los manuales de urbanidad que instruían cómo comportarse en la ciudad a la ruda gente del campo.

Pierre Louys nos presenta una burla de los manuales de buenas costumbres, es un manual de buenas costumbres pornográfico, en donde se les pide a las niñas que moderen sus modales pero no se les pide que moderen sus costumbres. Como libro cómico es excelente. Con un lenguaje franco, abierto y prosaico nos presentan un trabajo impublicable. Fué hasta la muerte de Louys, en 1926 que se publicó por primera vez el libro escrito originalmente en 1916.

Modales en la habitación, la cocina, la mesa, en clase, en el baile, de visita, en la calle, de visita, en la cama,  cómo comportarse ante los padres, los hermanos, las visitas, el presidente, las criadas, etc.

Si le sorprenden completamente desnuda, ponga púdicamente una mano sobre su rostro y la otra sobre su coño; pero nunca haga burlas con la primera ni se lo menee con la segunda.
No insinúe al criado que se folle el culo de un pollo cocido sin haberse asegurado por sí misma de que el criado está sano.
No meta y saque de su boca un espárrago mientras mira lánguidamente al joven que quiere seducir.
No lama un albaricoque partido en tanto que guiña a la lesbiana más célebre de la reunión.
Si propone jugar a “muéstrame tu polla y veras mi culo”, asegúrese de que los mayores no vigilan.
Lo mismo cuando juegue “a ver quién mea más lejos”, sobre todo si los árbitros son unos jovencitos.
Ponerse miel entre las piernas para hacerse lamer por un perrillo, está –en rigor- permitido; pero es inútil devolverle el favor.
Si juega “a la puta” con algunos chicos, no pida prestadas veinticinco ladillas a la hija del jardinero para hacerse un verdadero coño de tirada
No dibuje en la pizarra el coño de la maestra, sobre todo si ella se lo ha enseñado confidencialmente.
No afirme que el Mar Rojo se llama así porque tiene la forma de un coño ni que la Florida es la polla de América ni que laJungfrau no merece su nombre desde que los alpinistas la remontan. Serían observaciones ingeniosas, pero impropias de la boca de una niña.
No humedezca su pulgar en la boca o en el coño para pasar las páginas.
El regalo más hermoso que puede hacer una jovencita es su virginidad. Como la de delante sólo se puede dar una vez, dé en cien ocasiones la de detrás y hará una centena de cortesías.
Vuelva a ponerse los guantes antes de entrar si se ha hecho una paja en el ascensor.
No pegunte a una actriz dónde pasó sus años de prostíbulo. Infórmese por sus amigas.
Si una señora rechaza sentarse, no le dé consejos sobre el peligro de ser enculada por algún despistado.
Se conquista a los hombres poniéndoles una pizca de sal en la punta de la polla y chupándola hasta que la sal se haya disuelto.
Si una joven morena le dice: “Las morenas vienen al mundo por el coño y las rubias por el ojo del culo”, puede responder sin vacilar que se tata de un falso rumor. Si usted es rubia, puede añadir una bofetada.
Si echa un polvo por la tarde en una iglesia de pueblo, no se lave el coño en la pila del agua bendita. Lejos de purificar su pecado, lo agravaría.
Cuando le cuente todas sus cochinadas al buen sacerdote que la escucha, no le pregunte si lo oído se la pone tiesa.
No entre en los urinarios para ver mear a los caballeros.
Si ve, al lado de una acera, un caballo terriblemente empalmado, no alargue la mano para aliviarlo. No es costumbre.
No dibuje cipotes en las paredes, aunque tenga un gran talento como artista.
En el agua, no pida a los presentes permiso para hacer pipí. Hágalo sin autorización.
No llame al camarero a las once de la noche para pedirle un plátano. A esa hora, solicite una vela.
Si su señor padre le pide que se la chupe, no tenga el despiste de decirle que su picha huele al coño de la criada. Podría preguntarse por qué reconoce usted ese olor.
Cuando vaya a la casa del amante que tiene por costumbre encularla, no se maquille el ojete en el cuarto de baño de su madre con el lápiz que usa para sus labios.
Durante el noviazgo, no le diga a su futuro cuñado que su hermana chupa muy bien las pollas. Aunque vaya a disfrutar esa habilidad íntima, saberlo así no le va a hacer gracia.
Es al esposo de su madre a quien debe llamar papá. Aun estando segura de que no les une lazos sanguíneos, no le debe decir al oído: “¡Te la puedo chupar, no eres mi padre!” La segunda oración destruiría todo lo que tuviera de agradable la primera.
Si una visita llega cuando su madre está haciendo el amor y le han encargado que diga: “Mamá está indispuesta”, no dé detalles sobre la enfermedad. Si le preguntan: “¿Qué tiene?” No conteste: “Una polla en el culo.”
No olvide decir “por favor” cuando pida una polla ni “gracias” cuando se la den.
Al subir en el coche de sus padres, no bese en el cuello del chófer, aun estándole muy reconocida porque se la acaba de follar seis veces.
Si se acuesta con él de buen grado y le pide que orine en su boca, no le objete que este acto va contra el respeto que se le debe. Él conoce el protocolo mejor que usted.
Si el señor Presidente muriera súbitamente mientras usted saborea su leche, puede contar la anécdota a todo el mundo: no la perseguirán. Hay precedentes.
Si está con un caballero al que nunca se la ha mamado, no le haga sabias lamidas a lo largo de la polla y por detrás de los cojones. Tendría una mala opinión acerca de su pasado.
Si muriera, abotone su pantalón otra vez antes de llamar a la criada y nunca diga en qué circunstancias entregó su alma a Dios.
Recuerde que en el 69 el lugar de honor es el de abajo. Una jovencita debe ponerse siempre arriba.


DIGA... NO DIGA...
No diga: “Mi coño.” Diga: “Mi corazón.”
No diga: “Tengo ganas de follar.” Diga: “Estoy nerviosa.”
No diga: “Cuando tenga pelos en el coño.” Diga: “Cuando seamayor.”
No diga: “Prefiero la lengua a la polla.” Diga: “Sólo me gustan los placeres delicados.”
No diga: “Tengo doce consoladores en mi cómoda.” Diga: “Nunca me aburro sola.”
No diga: “Me importan un pepino las novelas honestas.” Diga: “Querría algo interesante para leer.”
No diga: “Cuando ella se corre parece un burro meando.” Diga: “Es una exaltada.”
No diga: “Es la mayor puta que hay sobre la tierra.” Diga: “Es la mejor muchacha del mundo.”
No diga: “Se hace encular por todos los que la lamen.” Diga: “Es un poco coqueta.”
No diga: “Su polla es demasiado grande para mi boca.” Diga: “Me siento tan niña cuando estoy con usted.”


Evite las comparaciones arriesgadas. No diga: “Duro como una polla, redondo como un cojón, mojado como mi raja, sabroso como el semen, no más gordo que mi clítoris” y otras expresiones que no están recogidas en el Diccionario de la Academia.



Un clásico, no se lo pueden perder.

Bueno, para echarles a perder la diversión sólo me queda decir que creo que Louys era un enfermo que veia a las niñas como objetos sexuales.






Perversógrafo: coprolalia, escatología, masturbación, sexo anal, oral, vaginal, zoofilia, lesbianismo, pedofilia, exhibicionismo, voyeurismo, orgías, incesto, juguetes sexuales, sacrilegio, interracial, 69


Manual de civismo
Louÿs, Pierre
Ediciones Coyoacan
ISBN: 9706330216
80 pág.







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