lunes, 27 de febrero de 2012

Anticonceptivos, condones I

Arte de las putas es un poema de Nicolás Fernández de Moratín, clasificado dentro del género de la literatura erótica o picaresca. Circuló exclusivamente en forma clandestina hasta más de un siglo después de ser escrito.

Compuesto a principios de la década de 1770, no se publicó en vida del autor sino más de un siglo después de su creación, recién en 1898.
En él, tenemos un curioso texto acerca de la bondad del uso del condón:


 Tú así del soto a casa ve a atacarte:
 mas yo quiero del todo asegurarte,
 facilitando del condón el uso;
 feliz principio a esta artimaña puso
 de un fraile la inventiva, que de un fraile
 sólo, o del diablo, ser invención pudo.
 Iba el reverendísimo cornudo
 ardiente, como siempre están los Padres,
 por el arroyo Abroñigal al campo
 una tarde de sol del mes de enero,
 y en un barranco se encontró hecha un cuero
 una de estas grandísimas bribonas
 que piden el dinero arremangadas.
 Del Espíritu Santo a la gran venta
 con las Guardias Valonas hubo ido
 y bebiéndose azumbres más de treinta
 el camino la pobre hubo perdido.
 Hallóla el Religioso y enfaldóla
 a precio de dos reales que lo fueron
 de una misa aquel día en la mañana.
 Alzó él sus habitazos cazcarriosos
 presentando un mangual como una torre,
 y en vez de una belleza soberana
 se encontró un miembro femenil podrido,
 lleno de incordios, unos reventados,
 otros por madurar, otros maduros,
 sobresaliendo el clítoris llagado
 sin un labio y pelado a repelones;
 colirios de las séptimas unciones
 con cicatrices, churre y talpapismos;
 de hediondo aliento y corrompido podre;
 sucio de parches, gomas y verrugas,
 cuantiosas y abundantes purgaciones,
 que inundaban de peste la entrepierna,
 pringando de materia las arrugas
 de la muy puerca tripa renegrida.
 Quedóse el fraile como si escondida
 víbora hubiera hallado en su alpargata;
 haciendo cruces de volverse trata,
 porque el convento no se escandalice,
 aunque no hay cirujano que no dice
 que las bubas están en los conventos;
 mas tal era la indómita lujuria
 del sumamente Reverendo Padre,
 desvirgador mayor de su colegio,
 que discurrió enebrarlo sin injuria
 de su miembro, y quitando prontamente
 de la cabeza, astuto, la capilla:
 «Si son las bubas multitud viviente
 de insectos minutísimos y tiernos
 como sienten los físicos modernos,
 porque el mercurio a todo bicho mata,
 la comunicación evitar quiero,
 haciendo escudo de la ropa santa»
 dijo, y calando a modo de sombrero
 en su bendito miembro la capilla,
 así lo mete. La pobreta chilla,
 no enseñada a tan rígida aspereza.
 Acabó el fraile y ve que se endereza
 la comunidad toda hacia aquel puesto,
 y por no dar ejemplo de inmodesto
 se pone la capilla que chorrea,
 jabonando el cerquillo y la corona,
 blando engrudo, simiente de persona.
 Así el gran D. Quijote en ocasiones
 contra el casco exprimió los requesones
 que el buen Sancho en su yelmo hubo guardado.
 El condón de este modo fue inventado;
 después los sutilísimos ingleses,
 filósofos del siglo, le han pulido,
 y a membrana sutil le han reducido,
 que las almendras lo conservan fresco
 con el aceite que destilan dulce;
 y las putas de Londres son multadas
 si no ofrecen bandejas de condones,
 que les hacen venir desde la China,
 y en Montpellier se venden a paquetes,
 y en las tiendas de Pérez y Geniani,
 si los pagares bien y con secreto,
 y por los Secretarios de Embajada,
 que a la nuestra remiten las naciones.
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 Supongo que continuo armado sales
 del condón, tu perenne compañero,
 y así no ensuciarás los hospitales.



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