sábado, 22 de septiembre de 2012

Relatos Eróticos (escritos por mujeres)

Las mujeres, como las ecuaciones diferenciales o la poesía, son asombrosas y llenas de sorpresas. No quiero sonar trillado, pero yo no entiendo la poesía ni las ecuaciones diferenciales.

Este libro del que les voy a hablar lo compré casi por aburrimiento. Me tropecé con él en los libros usados y sólo lo compré por el renombre de las autoras de los cuentos. Es un libro editado en los noventas por "Editorial Castalia y el Instituto de la mujer" y forma parte de una colección que en un derroche de imaginación se llama "Biblioteca de escritoras", una colección bastante enfocada a la poesía moderna y antigua escrita por mujeres.

La introducción ni siquiera la tomo en cuenta. Sé que Carmen Estévez puso toda su alma en esta obra y obtuvo algo superior, pero la introducción me parece simple y llanamente anacrónica para nuestros días.
Mercedes Abad, Susana Constante, Paloma Díaz-Mas, Marina Mayoral, Lourdes Ortiz, Ana Rossetti y Esther Tusquets nos presentan sus historias. ¿Qué es lo que me asombra? me asombra que yo nunca me había dado cuenta la versatilidad de las mujeres para usar el erotismo en la literatura. No estamos hablando aquí de escribir literatura erótica para excitar al lector (aunque lo hagan), ni estamos hablando de utilizar el erotismo para mostrar rebeldía, liberalidad o ideas contestatarias a las "buenas costumbres" (como la introducción sugiere de un modo feminista-noventero-simplista)

Mercedes Abad nos regala dos relatos. El primero se trata de la descripción de unas orgías muy particulares "Ligeros divertimentos sabáticos" nos presenta un mundo casi surrealista de gente con costumbres sexuales particulares. En "Pascualino y los globos", tenemos el relato de un hombre a punto de morir bajo el peso de una elefantisiaca mujer con la que está teniendo sexo oral. Mercedes Abad usa el erotismo para hacernos sonreír.....lo cual, bueno, no es extraño en el género, pero es poco común en la literatura de actualidad.

Susana Constante, en "El Jardín" nos presenta  un extraño relato onírico de una mujer a quien el destino la lleva a un misterioso jardín donde todo está acomodado para el placer....incluso el amor. un relato muy complejo que nos da un mensaje que cada quien puede interpretar distinto........que todos tenemos un destino, o que elegir es renunciar........Susana Constante usa el erotismo como un desencadenante de la reflexión del sentido de la vida.

Paloma Díaz-Mas nos regala una fábula moralizante llamada "La discreta pecadora o ejemplo de doncellas recogidas", sobre una princesa medieval que es pervertida inconscientemente por su guardiana, quien le da a leer las vidas de los santos y quien despierta en ella sentimientos masoquistas. Un cuento divertido con un final muy de España de los ochentas. Este cuento me recordó a este otro cuento de Sade. Paloma usa el erotismo como hilo conductor de un cuento reaccionario, pero de un modo muy velado, como si sólo contara un cuento inocente.

"En los parques, al anochecer", de Marina Mayoral se nos presenta una realidad: Nadie somos lo que los demás creen que somos. En el sexo, todos ocultamos secretos. En "La sortija y el sortilegio", de Ana Rossetti tenemos un escalofriante relato de magia negra y seducción, Me recordó "Aura", de Carlos Fuentes,  pero mucho más siniestro.

Esther Tusquets, con "La niña lunática" nos presenta un cuento de una pasión no correspondida.....un cuento de amores tortuosos. Un cuento inacabado en donde el erotismo se utiliza como el anticlímax del amor.

El único negativo que le veo al libro es en el cuento "Alicia" de Lourdes Ortiz, en donde nos muestra a Alicia Liddell contenta de tener juegos sexuales con Lewis Carroll, y aunque el relato es uno de los mejores y las explicaciones sexuales de los libros "Alicia en el país de las maravillas" y "Alicia a través del espejo" son todo un descubrimiento para un bibliófilo como yo, no deja de ser chocante descubrir el goce que una niña obtiene de lo que a mis ojos es una violación y una chingadera. Pero quizás mis ideas me cegaron y no vi el mensaje de la autora.


En las deliciosas fiestas de la señora Johnson imperaba la discreción. El tono de las conversaciones era amable, distendido, modélico.
Durante el segundo plato, el señor Smith pasaba cinco minutos mirando fijamente y sin parpadear el encantador escote de la señora Ferguson. La señora Ferguson se sacaba una de las tetas del escote y le permitía al señor Smith que la acariciara durante otros cinco minutos exactos. Luego la señora Ferguson miraba con actitud culpable hacia su esposo, pero el señor Ferguson estaba profundamente dormido sobre la mesa. Entonces la señora Ferguson se levantaba y, henchida de súbita pasión conyugal, se dirigía hacia su marido, lo besaba ardientemente en la boca, éste se despertaba, correspondía amablemente al beso de su esposa y la comida proseguía con toda normalidad.
Pero durante el resto de la velada la señora Ferguson sufría enormemente porque su marido no era celoso. Todos los invitados compadecían a la señora Ferguson, menos el señor
Smith.
El señor Smith estaba seriamente resentido con la señora Ferguson porque ella no le permitía ir más allá de su teta derecha. Ni siquiera le había dejado ver la izquierda.
La señora Johnson ofrecía todos los sábados una fiesta deliciosa. La señora Johnson era una estupenda cocinera. La deliciosa crema de café con frutos secos triturados y chocolate que la señora Robertson se empeñaba en comer en el interior de la vulva de la señora Smith era una de las especialidades de la señora Johnson.
La señora Smith siempre consentía.
La señora Robertson desaparecía bajo la mesa para comerse los postres.
Nadie espiaba la expresión del rostro de la señora Smith mientras la señora Robertson se alimentaba en su coño.
En las deliciosas fiestas de la señora Johnson imperaba la discreción.
Pero todos los invitados sabían que a la señora Smith le encantaba lo que la señora Robertson hacía en su coño.
Cuando la señora Robertson acababa su deliciosa ración de crema de café con frutos secos triturados y chocolate, volvía a sentarse en la mesa junto a la señora Smith y formulaba verbalmente su extrañeza ante la ausencia del señor Robertson.
Todo el mundo sabía lo que estaba haciendo el señor Robertson, pero todos ellos fingían compartir la extrañeza de la señora Robertson.
La señora Robertson proponía invariablemente que registraran la casa en busca del señor Robertson.
Como en las deliciosas fiestas de la señora Johnson imperaban la solidaridad y el compañerismo cordial, todos se precipitaban a buscar al señor Robertson.
El señor Robertson los esperaba ansiosamente.
Todos lo sabían.
Lo encontraban siempre en la sala de billar, intentando empujar las bolas con su polla. El señor Robertson tenía un falo de casi cuarenta centímetros de longitud.
El señor Robertson sufría enormemente porque su esposa era lesbiana y amaba a la señora Smith. La señora Smith también sufría porque se sentía culpable.
Al señor Robertson lo único que le gustaba realmente era exhibir su miembro y jugar con él al billar.
Nadie se asombraba al contemplar el desmesurado miembro del señor Robertson. La única persona que parecía preocupada al ver la polla desnuda del señor Robertson era el señor Adams. El señor Adams se acercaba al señor Robertson, se sacaba su propio miembro de los pantalones, lo comparaba con el del señor Robertson y se echaba a llorar desconsoladamente.
La señora Adams nunca estaba allí para calmarlo.
Todo el mundo sabía donde estaba la señora Adams.
Cuando decidían ir en su busca, daban unas cuantas vueltas infructuosas por la casa. El señor Adams lloraba cada vez más fuerte. Todos sabían que sólo la señora Adams podía consolado.
Cuando hallaban a la señora Adams en el jardín, la viuda Peterson descubría que había perdido a su canario.
Todos miraban hacia el escote de la viuda Peterson. El espacio que separaba los dos senos prominentes de la viuda Peterson ostentaba un doloroso vacío.
Entonces todos los invitados oían un trino procedente del interior de la señora Adams y diez pares de ojos clavaban sus miradas en la señora Adams.
La señora Adams se sacaba un canario del interior de su vulva, lo entregaba a su propietaria y corría arrepentida a consolar al señor Adams. El señor Adams aceptaba sus mimos. El señor Adams olvidaba la polla del señor Robertson.


En resumen, el libro me deja muy buen sabor de boca, y me hace reflexionar sobre los usos poco explorados que la literatura erótica puede tener. Solemos pensar que la literatura erótica es esa que se usa para masturbarse. Solemos pensar que las ecuaciones diferenciales se usan para calcular la trayectoria de los misiles.

¿Para qué demonios sirven las ecuaciones diferenciales?







Perversógrafo: Sexo oral, vaginal, masoquismo, prostitución, lesbianismo, masturbación, homosexualidad, fetichismo, seducción, anticlericalismo, pedofilia, lluvia dorada.


Relatos eróticos
Varias autoras
Castalia Ediciones
Biblioteca de escritoras
Madrid, 1990
ISBN: 978-84-7039-578-9
146 Pags.

martes, 18 de septiembre de 2012

Waldeck (I Modi) Segunda parte

Waldeck, Postura 5


Waldeck no era exactamente un tipo normal. Para comenzar era un poco dado a la exageración. El mismo de hacía llamar Conde, aunque no poseía títulos nobiliarios. Adicionalmente el convento en donde dijo haber encontrado el ejemplar.....sucede que no existe y si existió no estoy seguro de que tuviera una biblioteca.

Para comenzar con las diferencias, Waldeck reportó 20 grabados de I Modi, cuando sabemos por las cartas de Pietro Aretino que sólo había 16 grabados. Supongo que se basó en el historiador renacentista Vasari, quien reportaba erróneamente 20 grabados.

Waldeck, Postura 6
Adicionalmente, hoy conocemos el Toscanini, que contiene 14 de los 16 grabados y ninguno de los de Waldeck empata con la tercera postura. Ahora, los dibujos de Waldeck son tan exactos que podemos estar seguros de que vio alguna reproducción en la que se basó, porque las similitudes con el Toscanini son tantas que no es posible que sean fruto de la casualidad. Sin embargo el Toscanini no había sido descubierto entonces.


Waldeck, Postura 7
Waldeck era dado a la fantasía y a la exageración. Se decía Conde, Barón o Duque, de origen inglés o austríaco o alemán, que había estado en la expedición de Napoleón I a Egipto y otras lindezas. Sus dibujos poseían un erotismo velado, al grado de que algunos dibujos suyos habían sido prohibidos. Mujeres desnudas con un fondo de ruinas arqueológicas, sean hindúes, egipcias o mayas.

No sería el primero en tratar de hacer una conexión entre los mayas, los hindúes, la Atlántida. Parece que intencionalmente cometía errores en sus dibujos de los grifos mayas, incluyendo elefantes y pequeños errores que hacían parecer obvia la conexión con los egipcios. El mismo parece que promovía el mayanismo.

Lo que no podemos negar es que se basó en alguna reproducción bastante exacta para sus grabados, y conservó el estilo de Raimondi.

Para no aburrirlos, mas adelante reproduzco las otras 10 posturas.......de momento estoy terminando un literotismo muy femenino que me dejó gratamente sorprendido.

Waldeck, Postura 8


Waldeck, Postura 9

Waldeck, Postura 10












sábado, 15 de septiembre de 2012

Waldeck (I Modi) Primera parte

Waldeck, 1850
El libro "I Modi" de Pietro Aretino, editado en 1524 e ilustrado por Marcantonio Raimondi es "el santo grial" del mundo de los libros. Un libro condenado a la hoguera del que aparentemente no sobrevivió ni un solo ejemplar.

Lo más cercano que tenemos es una reproducción treinta años posterior, de la que sobreviven 14 sonetos (13 originales y uno apócrifo) grabados con toscas planchas de madera y que parecen ser una reproducción de una reproducción. Si este tosco libro vale 425 mil dólares, no puedo imaginarme cuánto valdría un ejemplar original.

Raimondi, 1524
Pues resulta que allá por 1850, un individuo llamado Frederic Maximilien Waldeck (1766-1875), anticuario, cartógrafo, artista y explorador francés, reportó haber encontrado el libro en México, haberlo tenido en sus manos e inclusive haber llegado a copiar los grabados, mismos que publicó.

Aunque Waldeck vino a México con intención de explorar las ruinas mayas de Palenque, es notable que no haya aprovechado su estancia para el saqueo, como tantos otros exploradores posteriores lo hicieron. Parece que a Waldeck lo guiaban intereses más esotéricos que mercantiles, y es de admirarse que se internara en esa difícil selva lacandona, entre mosquitos, mayas hostiles y caca de chango; y sacado maravillosos (aunque inexactos) grabados y mapas de las ruinas mayas. ¿Sin beneficio alguno?
Fragmentos de la edición de 1524

Bueno, no exactamente. Waldeck diría unos años después, tras la publicación de su versión del gran clásico del Aretino, que había encontrado un ejemplar original del libro de 1524, en una biblioteca que estaba en comodato en un convento cerca de Palenque.

Desde los años 30, Waldeck estaba obsesionado con Marcantonio Raimondi. Había hecho algo de dinero restaurando viejos grabados de antiguos libros, así que conocía el arte. En sus diarios, podemos apreciar  que había conocido el único grabado original de I Modi que sobrevive completo, y que conocía los pequeños fragmentos que se conservan en el infierno de la Biblioteca Británica.

Yo que conozco las monjas y los monjes, puedo dudar bastante de esa aseveración. Me pared muy poco probable ese hallazgo, pero si acaso existiera un ejemplar en mi país de esa obra, sería un hallazgo extraordinario.

No tengo tiempo en este momento de explicar mis dudas, pero les dejo algunas de las imágenes de Waldeck y vuelvo con ustedes enseguida.

Waldeck, Postura 2



Waldeck, Postura 3

Waldeck, Postura 4

PD.- Las imágenes las tomé de la página Eroti-Cart, pero están en el dominio público, a pesar de lo que piense Google o editorial Siruela.


martes, 4 de septiembre de 2012

En los salones del placer de Jacques Cellard

Este es uno de mis libros favoritos. Se trata de la segunda parte de las Confesiones de una Desvergonzada, una típica historia de una jovencita caliente que se mete al mundo de la prostitución y que hace una divertida reseña desde dentro de ese mundo.

Aunque la historia aparenta ser victoriana, y apenas tiene algún ligero error en la escritura, cuadra más en  la pornografía de los locos años 70. Es una historia que recupera el estilo y los temas clásicos de las novelas de prostitución antiguas, pero escota por alguien muy erudito en el tema, que además de ser un profesional de la pluma tiene un sentido del humor finísimo.

En este libro no hay sufrimientos; ellas llevan una vida difícil, pero se divierten. Parece que el autor no pretende moralizar sino entretener en un estilo jocoso y positivo. No hay pedofilia, ni violencia, ni prostitutas fracasadas que sufren, es un libro cómico con un erotismo de buen gusto y con unos eufemismos que son de risa loca:


  • Los pintores: la menstruación
  • La entrada de los artistas: El ano
  • Potajero: El que le gusta el sexo oral con una mujer que ya ha tenido sexo vaginal
  • As de picas: el ano
  • Lluvia, viento y granizo: Orinar, peer y defecar
  • El Cascanueces: Una contracción vaginal
  • La corbata del notario: sexo entre las tetas
  • La enfermería: Un cuarto donde se fustiga a los clientes que no pueden tener erecciones sin una zurra
  • Jugar a dos palos: Trío de dos hombres y una mujer.




Resulta que nuestra querida niña de la novela anterior, después de ser camarera en un bar de mala muerte, vendiendo encuentros furtivos y mal pagados;  decide dedicarse al tacón de una manera profesional, así que se convierte en "Lulú la complaciente" y se inscribe en el burdel "Las Odaliscas". Con sus grandes dotes de felatriz, falotriz y sus cualidades para gozar por "la entrada de los artistas", pronto tiene éxito.

El relato no tiene desperdicio; a pesar de estar fuertemente basado en escenas de novelas eróticas de todos los tiempos, de describir a detalle el mundo de las prostitutas de mediano pelo, también relata  muchos relatos divertidos de hombres extravagantes y mujeres singulares: Malou la Peluda, La Judía, Irma la Enamoradiza, Mélie la Tres Bocas....y sus clientes:


El que sólo quiere verla desnuda porque su mujercita no se deja ver.
El que le gusta ver culos de mujer, aunque le repugnen por  delante
El que tiene un agujero en el bolsillo para sorprender a las chicas, pero que es incapaz de hacer nada.
La que es prostituta por ninfómana, anteriormente era casada infiel.
El que está obsesionado con los caballos.
El de la mujer católica que descubrió un álbum con posiciones “extrañas”.
El que le pega, el que le gusta que le peguen
El tahúr encantador que habla en idioma de póker.
Los estudiantes que la embriagan.
El gimnasta-contorsionista.


Todo un cuadro cómico de personajes que desfilan entre sus piernas, escenas sacadas de Cora Pearl y de otros libros, pero con un toque de humor y buen gusto. Llegado el momento, ella comparte su miedo al embarazo, sus pensamientos y su filosofía:


"Lo que ocurre es que piensa en mi placer, me habla, me sonríe. Con él, al igual que con el señor Raoul o el señor Gimnasta, dejo de ser un animal de labor que se pasa días enteros dando vueltas al mismo ritmo. Con él soy una mujer"

Un día, mientras la jodían en el baño:
"Se acerca a mí, me levanta la bata, palpa. Yo paso la mano entre mis piernas, se la coloco en el sitio adecuado, ¡y adelante! No resulta más desagradable aquí que en otra parte; ni tampoco menos placentero, pues el sacristán en cuestión me jode como los mismísimos ángeles. ¿Que tengo la nariz metida en el asunto? ¿Y qué? No huelo a nada. El dinero no tiene olor."

"Si he decirlo todo, esperaba la llegada de la sanguina de un momento a otro (soy más puntual que un reloj), y el señor Vajilla era mi último hombre del día. Guarrada por guarrada, prefería sentirlo chapotear en los restos de mi digestión que en la sangre de los pintores"

"No somos niños de Jesús ni de María, eso no, pero, de todas formas, vivir del culo no es impedimento para tener buen corazón, ¿no? Ni vivir de rentas tampoco."


Y nos comparte sus cochinadas:


—¡A lo perrita, Lulu, a lo perrita! ¡De cara a mí! Julien, hyo mío, a ti corresponde el honor. ¡Ya verás qué caliente lo tíene esta pequeña! Y usted, querida amiga, empezará a mamarme cuando él haya entrado.
Dado que la tiene muy tiesa, más bien larga que gruesa, y que yo vuelvo a estar mojada, Julien entra arrancándome sólo gemidos de satisfacción.
—¿Ya está, Lulu? —pregunta el señor—. ¿Te gusta su minga?
YO (sincera). —¡Oooh, oooh, aaah! ¿Sí, me encanta! Ahora dame la tuya para que la mame.
¡El muy lascivo lo ha calculado todo al milímetro! A cuatro patas, estoy justo a la altura precisa para que la introduzca entre mis labios y yo la devore, mientras Julien realiza su faena al otro lado.
—¡Esta criatura chupa como una diosa! —le confía el señor por encima de mi hombro—. ¡Una maravilla de lengua, querido, una maravilla de lengua!
—Pero, señor —se permite decir Julien—, ¿la señorita Lucienne se comportará tan correctamente en el momento de la crisis del señor?
Porque el señor le ha pedido claramente a la señora Armand una chica que no le haga ascos a tragarse los hijos del señor que el señor no quiere...
—Cuando llegue el momento, tragará, respondo de ello —replica el señor—. ¿No es cierto, Lucienne? —me pregunta, apartándome la cabeza.
Yo me contento con murmurar:
—Sí, por supuesto, querido, con sumo placer.
Porque no faltaría más que eso, que no me tragara el humo de un hombre tan generoso, cosa que por otra parte no resulta desagradable cuando no hay en exceso. Lo principal es aprender a percibir como asciende la savia, para respirar a fondo antes de que empiece a manar y no asfixiarse.
Aspiro, pues, sin perder tiempo, y sin preocuparme de vigilar el momento en que el otro tendrá «su crisis», como él dice. De hecho, le viene un instante después, ya que tiene los cojones llenos, y yo parto al mismo tiempo que él.
—¡Aaah, hijos míos! —gruñe el señor—. Veo que habéis gozado. Julien..., ese conejo... ¿Cuál es tu opinión?
—¡Delicioso, señor, delicioso! —suspira el interesado—, ¡Terciopelo puro! ¡Y qué calidez! ¡Ah, el señor ha tenido un ojo clínico al invitar a la señorita Lucienne!
—Ya lo creo..., amigo mío... —replica jadeando el rajá—. La he probado... antes que tú... Y su boca... vale tanto... como su coño... ¡Aaah, aaah, me está mamando..., la zorra...!
¿Que estoy mamándolo? Para eso me paga, y no poco bien, me digo mientras ellos intercambian tales cumplidos. Ello, sin embargo, no impide que comience a fatigarme. Permanecer apoyada en rodillas y manos no es en absoluto una postura de reposo. Y si, además, hay que estar atenta para no dejar escapar ni la minga que te atraviesa la cotorrita, ni la que te atraviesa el gaznate, ¡la cosa resulta dura!
No digo «desagradable», no. Entre las golosinas, el vino dulce y el calor, cualquier mujer de constitución normal encontraría placentero dejarse acariciar por dos hombres como los míos: bien provistos, divertidos y nada brutales. Sin embargo, yo ya tenía la entrepierna irritada cuando Julien se añadió al señor para trabajarme la alcancía, y, a decir verdad, ahora preferiría repantigarme en esta estupenda cama sin pensar en nada.
Por tal motivo, una vez medio libre del sirviente, que, aliviado de lo más urgente, va y viene indolentemente entre mis nalgas, precipito la maniobra que atañe al amo. Para decidirlo a descargar, confío mi equilibrio a la mano derecha y, con la izquierda, le acaricio los zurrones. No es ninguna novedad, pero los efectos son espléndidos.
—¡Aaah, oooh, los cojones, los cojones...! —gime—. ¡Sí, rasca, preciosa, rasca! Yo..., yo... ¡Ah, Lulu!
¡Lulu ha ganado! Lulu no le ha hecho ascos a tragarse los hijos del señor que el señor no quiere, como dice tan elegantemente Julien. ¡Lulu se lo ha engullido todo! ¿Aún tiene la boca llena? ¡Glups! ¡Adentro! Llevo mi conciencia profesional y el deseo de hacer las cosas bien hasta el extremo de apretársela con los dedos para extraer las últimas gotas. Todo esto se une, sin ningún problema, con los patés trufados, las tetas de monja y el vino dorado. Y yo, por fin, me dejo caer en la cama como un fardo.
Mis héroes se han ablandado. Les sucede a todos, una vez que han derramado el veneno... Son como bebés enormes... Julien, no sé cómo, ha logrado permanecer en la cama. Su señor se reúne con nosotros, y me duermo entre ambos, con la nariz contra el bigote de uno y las nalgas contra el vientre del otro.



Ya hacia el final, ella se da cuenta que aunque ha ganado una fortuna,  no tiene tiempo para disfrutar por haberla pasado cogiendo seis días a la semana doce horas diarias.

Pronto se deja mimar por un hombre mayor que le recuerda a su padre (al de ella, no al de ustedes) Encuentra a sus mentores en la cochinada, los Bresles, quienes la ignoran de mala manera.

Ella descubre que ya no es la jovencita cachonda, sólo es la prostituta que vende el cuerpo. Pronto hereda una pequeña fortuna del viejo, con lo que logra su sueño de independizarse y de pasarse nuevamente a medio París por “el arco del triunfo”

¡Viva Francia!

Un buen libro.....necesitan leerlo para saber de qué hablo.




Perversógrafo: Sexo oral, anal, vaginal, entre las tetas, tríos, orgías, lesbianismo, homosexualidad,  voyerismo, trasvestismo, 69, rapidín, impotencia, froterismo, ninfomanía, beso negro, churro con chocolate,  lluvia dorada, masturbación, fetichismo,  coprolalia, afrodisiacos, gordas,  azotainas, nalgadas, posiciones, seducción, dos en la boca, dos en el culo.


En los salones del Placer
Jacques Cellard
RobinBook
1991
ISBN 9788479270278
272 págs.