sábado, 26 de enero de 2013

Vale madres por dónde

Tengo un amigo que tiene una filosofía muy particular acerca de la diversidad sexual: el suele decir "El chiste en esta vida es gozar, vale madres por dónde"

Las mil y una noches es un libro lleno de referencias sexuales que no se adaptan a la filosofía islámica tradicional. Hay una historia que me causa mucha gracia, donde una mujer, alejada de su marido y disfrazada de hombre, por azares del destino llega a ser rey de La Isla del Ebano. Un día descubre que su marido está preso por unos piratas, y manda traerlo con la excusa que era un violador de niños.

Los piratas lo presentan ante "el rey", quien comienza a tratar de seducirlo:

Y cuando miró al que el capitán traía, a la primera ojeada conoció a su adorado Kamaralzamán, y se quedó muy pálida y amarilla como el azafrán. Y todos atribuyeron su cambio de color a la ira por el recuerdo a la ensartadura del niño. Ella le miró mucho tiempo sin poder hablar, mientras Kamaralzamán, con su traje viejo de jardinero, había llegado al límite de la confusión y el temblor. 
...
Ella dijo:
"¡Coged a ese, joven y llevadle al hammam! ¡Después le vestiréis suntuosamente, y me lo volveréis a presentar mañana por la mañana, a la primera hora del diwán!" Y lo mandado se ejecutó al momento.
Sett Budur fué a buscar a su amiga Hayat-Alnefus, y le dijo: "¡Amiga mía, nuestro adorado está de vuelta! ¡Por Alah! he combinado un plan admirable para que nuestro encuentro no sea un golpe funesto para el que de jardinero se ve convertido en rey sin transición. Y es un plan que si se escribiera con una aguja en el ángulo interior del ojo, serviría de lección a los aficionados a instruirse. Y Hayat-Alnefus se puso tan contenta, que se echó en brazos de Sett Budur, y ambas aquella noche fueron muy formales, para prepararse a recibir con toda frescura al amado de su corazón.
Y por la mañana llevaron al diwán a Kamaralzamán, suntuosamente vestido. Y el hammam había devuelto a su rostro todo su resplandor, y el traje ligero y bien ceñido realzaba su cintura fina y sus nalgas montañosas. Y todos los emires, personajes y chambelanes no se sorprendieron al oír al rey decir al gran visir: "¡Darás a este joven cien esclavos para que le sirvan, y le proporcionarás por cuenta del Tesoro emolumentos que sean dignos del cargo que le voy a conferir ahora mismo!". Y le nombró visir entre los visires, y le dió tren de casa y caballos, y mulos y camellos, sin contar arcas llenas y armarios. Después se retiró.
Al día siguiente, Sett Budur -siempre bajo la apariencia de rey de la isla de Ébano- mandó comparecer al nuevo visir, y destituyó de su empleo al gran visir, y después nombró a Kamaralzamán gran visir en su lugar; y Kamaralzamán entró enseguida en el Consejo, y la asamblea fué dirigida por su autoridad.
Sin embargo, cuando se levantó la sesión del diwán, Kamaralzamán empezó a reflexionar profundamente, y dijo para sí: "¡Los honores que me otorga este joven monarca y la amistad con que me honra deben tener seguramente algún origen! Pero ¿cuál será? Los marineros me cogieron y trajeron aquí acusado de haber ensartado a un niño cuando suponían que fuese yo un ex cocinero del rey. Y éste, en vez de castigarme, me envía al hammam, y me da un alto cargo y todo lo demás. ¡Oh Kamaralzamán! ¿Cuál puede ser la causa de suceso tan extraño?”
Reflexionó otro rato, y después exclamó: "¡Por Alah! ¡He dado con la causa; pero sea confundido Eblis! Seguramente este rey, que es muy joven y hermoso, debe de creerme aficionado a muchachos, y sólo me demuestra tanta amabilidad por esto. Pero ¡por Alah! no puedo aceptar semejante función. Y es necesario poner en claro sus proyectos; y si efectivamente pretendiera eso de mí, le devolvería en el acto cuanto me ha dado, y abdicaría mi empleo de gran visir, y me volvería a mi jardín".
Y Kamaralzamán fué inmediatamente a ver al rey, y le dijo: "¡Oh rey afortunado! en verdad que colmaste a tu esclavo de honores y consideraciones que no suelen otorgarse más que a venerables ancianos encanecidos en la sabiduría; y yo no soy más que un joven entre los más jóvenes. ¡De modo que si todo esto no tuviera una causa desconocida, sería el prodigio más inmenso entre los prodigios!"
Oídas estas palabras, Sett Budur sonrió y miró a Kamaralzamán con ojos lánguidos, y le dijo: "Efectivamente, mi hermoso visir, todo eso tiene su causa, y es el cariño que tu belleza ha encendido súbitamente en mi hígado. Pues en verdad que me ha cautivado en extremo tu tez tan delicada y tranquila".
Pero Kamaralzamán dijo: "¡Prolongue Alah los días del rey! Pero tu esclavo tiene una esposa a quien ama, y por la cual llora todas las noches desde una aventura extraña que le alejó de ella. ¡Por eso, oh rey, tu esclavo te pide permiso para irse a viajar después de haber dejado en tus manos los cargos con que has tenido a bien honrarle!"
Pero Sett Budur cogió la mano al joven, y le dijo: "¡Oh mi hermoso visir, siéntate! ¿Por qué vienes a hablarme de viaje y partida? Quédate aquí, junto al que arde por tus ojos y está dispuesto, si quieres compartir su pasión, a hacerte reinar con él en este trono. Porque has de saber que yo también fui nombrado rey a consecuencia del afecto que el rey viejo me manifestó, y de lo amable que para él he sido. Ponte ya al corriente, ¡oh joven gentilísimo! de las costumbres de este siglo, en el cual la prioridad corresponde de derecho a los seres bellos, y no olvides las acertadas frases de uno de nuestros más exquisitos poetas...

¡Nuestro siglo recuerda aquellos tiempos delicados en que vivía el venerable Lot, pariente de Abraham, el amigo de Alah!
¡El anciano Lot tenía una barba cual la sal, que servía de marco a un rostro juvenil, en el cual respiraban las rosas!
¡En su ciudad ardiente, visitada por ángeles, hospedaba a los ángeles, y en cambio daba sus hijas a la muchedumbre!
¡El cielo mismo le libró de su antipática mujer, inmovilizándola al cuajarla en sal fría y sin vida!
¡En verdad os digo que este siglo encantador pertenece a los jóvenes!

Cuando Kamaralzamán oyó estos versos y comprendió su significado, quedose turbadísimo y se sonrojaron como una ascua sus mejillas; después dijo: "¡Oh rey! tu esclavo te confiesa su falta de afición a esas cosas a las cuales no pudo acostumbrarse. ¡Además, soy harto joven para soportar pesos y medidas que no podría tolerar la espalda de un ganapán viejo!”.
Al oír estas palabras, Sett Budur se echó a reír a carcajadas, y luego dijo a Kamaralzamán: "¡Verdaderamente, oh joven delicioso, no sé por qué te asustas! Oye lo que tengo que decirte respecto al particular: o eres un adolescente o una persona mayor. Si eres lo primero, o no has llegado a la edad de la responsabilidad, nada te podrán echar en cara; pues no deben censurarse ni considerarse con mirada dura y violenta los actos sin importancia de los menores; si tienes una edad responsable, y así me lo parece al oírte discutir con tanto raciocinio, ¿por qué has de vacilar o asustarte ya que eres dueño de tu cuerpo y puedes dedicarlo al uso que prefieras, y lo que está escrito sucede?
Sobre todo, piensa que yo soy el que debería asustarse, puesto que soy más pequeño que tú; pero yo me aplico estos versos tan perfectos del poeta:
Estando mirándome el niño, mi zib se movió. Entonces exclamó él: "¡Es enorme!" Y yo le dije: "¡Así es fama!"
El replicó: "¡Apresúrate a demostrarme su heroísmo y resistencia!" Pero yo le dije: "¡Eso no es lícito!" El me replicó: "¡Para mi es muy lícito! ¡Apresúrate a manejarlo!" ¡Entonces lo hice pero sólo por obediencia y cortesía!
Cuando Kamaralzamán oyó tales palabras y versos, vió que la luz se convertía en tinieblas delante de sus ojos, y bajó la cabeza, y dijo a Sett Budur: "¡Oh rey lleno de gloria! ¡Tienes en tu palacio muchas jóvenes y esclavas, y vírgenes muy bellas y tales como ningún rey de este tiempo las posee! ¿Por qué has de abandonar todo eso sólo por mí? ¿No sabes que te es lícito hacer con las mujeres cuanto pueda atraer tus deseos o alentar tu curiosidad y provocar tus ensayos?”
Pero Sett Budur sonrió, cerrando a medias los párpados y mirándole de reojo, y después contestó: "¡Nada más cierto que lo que dices, oh mi prudente visir tan hermoso! Pero ¿qué hacer, cuando nuestra afición varía de deseo, cuando nuestros sentidos se afinan o transforman, y cuando cambia la naturaleza de nuestro humor? Pero dejémonos de una discusión que no conduce a nada, y oigamos lo que dicen respecto a eso nuestros poetas más estimados. Escucha algunos de sus versos:
"Uno ha dicho:
¡He aquí los puestos apetitosos en el zoco de los fruteros! ¡Encuentras a un lado, en la bandeja de palma, los higos gordos, de trasero oscuro y simpático! ¡Oh! ¡Pero mira la bandeja grande en el sitio de preferencia! ¡He aquí los frutos del sicomoro, los frutos pequeños, de trasero sonrosado, del sicomoro!
"El segundo ha dicho:
¡Pregunta a la joven por qué, cuando los pechos se le endurecen y el fruto le madura, prefiere el sabor ácido de los limones a las sandías dulces y a las granadas!
"Otro ha dicho:
¡Oh mi única beldad! ¡Oh muchachito! ¡Tu amor es mi fe! ¡Es para mí la religión preferida entre todas las creencias!
¡Por ti he dejado a las mujeres, hasta el punto de que mis amigos han observado esta abstinencia, y han supuesto ¡ignorantes! que me había hecho monje y religioso!
"Otro ha dicho:
¡Oh Zeinab, de pechos morenos, y tú, Hind, de trenzas teñidas con arte! ¿No sabéis por qué hace tanto tiempo que desaparecí?
He encontrado las rosas -las que suelen verse en las mejillas de las jóvenes-, he encontrado esas rosas, no en las mejillas de una joven, ¡oh Zeinab! sino en las posaderas fundamentales y aterciopeladas de mi amigo. ¡He aquí por qué, ¡oh Hind! ya no podrá atraerme nunca tu cabellera teñida, ni tampoco, oh Zeinab, tu jardín arrasado, al cual le falta el vello, ni siquiera tus posaderas, demasiado lisas, que carecen de granulación!
"Otro ha dicho:
Cuida de no hablar mal de ese gamo joven, comparándole sencillamente, porque es imberbe, con una mujer. Es preciso ser un malvado para decir o pensar semejante cosa. ¡Hay diferencia!
En efecto, cuando te acercas a una mujer, es por delante; y por eso te besa en la cara. Pero el gamo joven, cuando te acercas a él, tiene que encorvarse, y de esa manera ¡figúrate! besa la tierra: ¡Hay diferencia!
"Otro ha dicho:
¡Oh hermoso niño, eras mi esclavo, y te liberté para utilizarte en ataques infecundos! Porque tú, siquiera, no puedes criar huevos en tu seno.
En efecto, ¡qué espantoso sería para mí aproximarme a una mujer virtuosa de anchas caderas! ¡En cuanto la cabalgase, me daría tantos hijos, que no podría contenerlos toda la comarca!
"Otro ha dicho:
Mi esposa me dirigió tantas miradas picarescas y se puso a mover las caderas con tanta elasticidad, que me dejé arrastrar a nuestro lecho; largo tiempo evitado. ¡Pero no pudo lograr que se despertase el querido niño a quien solicitaba!
Entonces me gritó, furiosa: "¡Si no le obligas inmediatamente a endurecerse para cumplir sus deberes y penetrar, no te asombres si mañana, al despertarte, eres cornudo!"
"Otro ha dicho
Generalmente se piden a Alah, mercedes y beneficios levantando los brazos. ¡Pero las mujeres son de otro molde! ¡Para solicitar los favores de su amante levantan las piernas y los muslos! El ademán es seguramente más meritorio, pues se dirige a sus profundidades.
Por último, otro ha dicho:
¡Que ingenuas son a veces las mujeres! ¡Como tienen trasero se figuran que nos lo pueden ofrecer en caso necesario, por analogía! ¡He demostrado a una de ellas, cuánto se equivocaba!
Esta joven había venido a buscarme con una vulva en verdad lo más excelente posible. Pero yo le dije: “¡No hago esas cosas de tal manera!”
Ella me contestó: “¡Si, ya lo sé, este siglo abandona la moda antigua! ¡Pero no importa! ¡Estoy al corriente!” ¡Y se volvió y presentó a mis miradas un orificio tan vasto como el abismo del mar!
Pero yo dije: “¡Te doy las gracias de veras señora mía, te doy mil gracias! ¡Veo que tu hospitalidad es muy amplia! ¡Y temo perderme en un camino cuya brecha resulta mayor que la de una ciudad tomada por asalto!”
Cuando Kamaralzamán oyó todos aquellos versos, comprendió que no había medio de equivocarse acerca de las intenciones de Sett Budur, a quien seguía tomando por el rey, y vió que no le serviría de nada resistirse más; y por otra parte, también sentía curiosidad de saber a qué atenerse sobre la moda nueva de que hablaba el poeta. De modo que repuso: "¡Oh rey del siglo! ¡Ya que tienes tanto empeño, prométeme que no haremos eso juntos más que una vez! ¡Y si consiento, sabe que es para tratar de demostrarte en seguida que es preferible volver a la moda antigua! De todos modos, por mi parte, deseo que me prometas formalmente que nunca me pedirás la repetición de este acto, cuyo perdón pido por anticipado a Alah el Clemente sin limites".
Y Sett Budur exclamó: "¡Te lo prometo formalmente! ¡Y yo también quiero pedir remisión a Alah misericordioso, cuya bondad carece de límites, para que nos haga salir de las tinieblas del error a la luz de la verdadera sabiduría!"
Después añadió:
"Pero en verdad, hay que hacerlo sin remedio, aunque no sea más que una vez, para dar la razón al poeta que dice:
¡La gente, oh amigo mío, nos acusa de cosas que nos son desconocidas, y dice de nosotros todo lo malo que piensa!
¡Ven amigo! ¡Seamos lo bastante generosos para dar la razón a nuestros enemigos, y ya que sospechan una cosa, hagámosla siquiera una vez! ¡Después nos arrepentiremos, si te parece! ¡Ven amigo dócil, a trabajar conmigo para dejar en paz la conciencia de nuestros acusadores!
Y Sett Budur se levantó velozmente, y lo arrastró hacia los anchos colchones tendidos en la alfombra, mientras él trataba de defenderse algo y meneaba la cabeza con aspecto resignado, suspirando: "¡No hay recurso más que en Alah! ¡Todo ocurre por orden suya!" Y como Sett Budur le hostigaba impacientemente para que se diera prisa, se quitó los anchos calzones bombachas, después el calzón de hilo; y se vió derribado de pronto encima de los colchones por el rey, que se tendió junto a él y le cogió en brazos".
Y le echó las dos piernas alrededor de los muslos, y le dijo: "¡Oh, dame la mano, pónmela entre los muslos para despertar a este niño y obligarlo a levantarse, porque lleva mucho tiempo dormido!" Y Kamaralzamán, algo cortado, le dijo: "¡No me atrevo!" El rey le dijo: "¡Voy a ayudarte!" Y le cogió la mano y se la paseó por entre los muslos.
Entonces Kamaralzamán notó que el contacto con los muslos del rey era muy delicioso, y más dulce que el tocar manteca, y más suave que el tocar seda. Y aquello le agradó mucho, y le incitó a explorar solo lo de arriba y lo de abajo, hasta que su mano llegó a una cúpula que encontró muy movediza y verdaderamente llena de bendición. Pero por más que buscó por todas partes, no pudo encontrar el alminar. Y dijo para sí: "¡Oh Alah, qué misteriosas son tus obras! ¿Cómo podrá haber una cúpula sin alminar? Después pensó: "Es probable que este rey encantador no sea hombre ni mujer, sino un eunuco blanco. ¡Eso resultaría mucho menos interesante!" Y le dijo al rey: "¡Oh, rey, no sé, pero no encuentro al niño!"
Al oír estas palabras, a Sett Budur le dió tal acceso de risa, que le faltó poco para desmayarse. Después se puso seria de repente, y recobró su antigua voz, dulce y tan cantora, y dijo a Kamaralzamán: "¡Oh esposo amadísimo qué pronto has olvidado nuestras hermosas noches pasadas!" Y se levantó rápidamente, y tirando a lo lejos el traje y el turbante con que estaba disfrazada, apareció completamente desnuda, suelta la cabellera lo largo de la espalda.
Al ver aquello, Kamaralzamán conoció a su esposa Budur, hija rey Ghayur, señor de El-Budur y de El-Kussur. Y la besó, y ella le besó, y la estrechó, y ella le estrechó, y después, ambos llorando de alegría, se confundieron en besos encima del diván.
Y ella, entre otros mil, le recitó estos versos:
¡He aquí a mi amado! ¡Es el bailarín de cuerpo armonioso! ¡Miradle cuando avanza con pie flexible y ligero!
¡Hele aquí! ¡No creáis que sus piernas se quejen del peso enorme que las precede, y que constituiría una buena carga para un camello!
¡He aquí a mi amado! ¡Como alfombra tendí por su camino las flores de mis mejillas!, ¡oh dicha mía! ¡Y el polvo de sus suelas fue un bálsamo bienhechor para mis ojos!
¡En el rostro de mi amado, ¡oh hijas de Arabia! vi bailar a la aurora! ¿Cómo olvidar sus encantos y su dulzura...?
Después de lo cual, la reina Budur contó a Kamaralzamán cuanto le había ocurrido desde el principio hasta el fin. Lo mismo hizo él, y después la reconvino, y le dijo: "¡Es realmente una enormidad lo que has hecho conmigo esta noche!" Ella contestó: "¡Por Alah! ¡No era más que una broma!" Enseguida siguieron sus retozos entre muslos y brazos hasta que amaneció.
Las mil y una noches



Todo suena muy bien, pero..........¿No sería importante que la esposa le hubiera preguntado cómo lo convencieron tan rápido?

Digo.

jueves, 17 de enero de 2013

Alevosías de Ana Rossetti

Hay libros eróticos, sobre todo los clásicos, que tratan temas recurrentes: la pobre muchacha que pierde su virginidad y se mete al mundo de la prostitución, y comienza un relato muy típico de época. Este libro no es así.

Alevosías ganó el premio "La sonrisa vertical" en el año de 1991, lo cual nos da una idea de que no se trata de un libro típico. Lo que no encontraremos en este libro es sexo consensual entre adultos maduros. No vamos a encontrar encuentros eróticos amorosos. El título del libro describe a la perfección lo que encontraremos en ocho cuentos: sexo con alevosía (y la mayor parte de las veces sin premeditación).

Lo que me queda muy claro es que no me gustaría tener como enemiga a alguien con una imaginación tan despierta, y con tal acierto para planear venganzas como la autora hace gala en este libro.

En los cuentos hay temas recurrentes: la confusión que una incipiente homosexualidad puede causar; la fiereza con que un ser despechado puede urdir una venganza; la confusión del despertar sexual y las consecuencias desagradables del desamor.

Las descripciones de las sensaciones eróticas son muy femeninas, novedosas, elegantes: los pezones como centro del placer, las orejas como punto para seducir a una pareja y el sexo anal como una imagen erotizante recurrente. Ojo, no el sexo anal como una práctica sexual especialmente agradable o desagradable, sino como imagen o idea que despierta la lascivia.

Las alevosías a las que hace referencia la autora no son necesariamente sexuales (violaciones), se trata más bien de cómo nuestras pasiones o sentimientos nos sucitan reacciones inesperadas.

En Del diablo y sus hazañas, tenemos el típico cuento de iniciación de un niño a los deseos y a la sexualidad adolescente. Un niño tan poco informado que pronto confunde la pasión con el diablo y se tira sobre cualquier persona que le despierte deseos. En el cuento  Et ne nos inducas, tenemos algo parecido, entre los novicios de un convento y el padre confesor, quienes sienten una violenta atracción por un bello compañero. Mientras en el primer cuento, la pasión sexual es atribuida al demonio, en el segundo cuento es atribuida a la falta de modestia. Ambos cuentos proponen soluciones opuestas e igualmente equivocadas.

En La noche de aquel día, una mujer recuerda sus infantiles escarceos sexuales con su hermanita, quien acaba de contraer matrimonio. Recuerda cómo la desvirgó para  tenerla siempre para sí, pero se da cuenta que ella, al haber permanecido virgen, es quien ha llevado una vida de soledad en la ciudad, mientras la hermana ha disfrutado con la mitad del pueblo. Allí mismo decide fornicar con el primer hombre que encuentre.

En Siempre malquerida, tenemos el caso de una mujer sin suerte para el amor, y con más deseos que posibilidades de cumplirlos. Ella urde toda clase de planes de venganza, aunque la venganza no le quita las ansias sexuales. La abandonan, o tiene maridos célibes o le tienen asco a su cuerpo. Siempre hay una venganza posible.

En La cara oculta del amor tenemos un cuento que si no fuera tan siniestro, sería de humor negro: un hombre viola a su novia por culpa del ex-maestro y mejor amigo de ambos, quien, despechado, está empeñado en destruirle la vida. ¿o no?

 Pronto, entre sus muslos, la blancura de una vaina, al agitarse, hacía relampaguear la apretada violeta que descubría y ocultaba. Marcos, susurraba la cinta, Marcos... voy a correrme, voy a vaciar mi leche sobre ti, voy a ahogarte. Y los labios de Marcos se entreabrían y, al igual que un animal estira inútilmente la cadena que lo atrapa, su lengua oteaba, succionaba el aire para arrancarle alguna gota del denso aluvión garantizado. Una gasa transparente y resbaladiza relucía en su boca. Marcos, continuaba la cinta, Marcos... voy a encularte, voy a romperte el culo con mi polla. Y la saliva de Marcos, como el aceite sobre una herramienta, inundaba la mano inactiva que, al instante, comenzaba su labor. Llegaba a los aledaños de la grieta que dividía sus nalgas y se deslizaba hasta el fondo del valle. Allí sus dedos presionaban con sabiduría hasta que la carne cedía al fin, alisaba el borde arrugado de su hermético agujero, distendía su conducto acolchado para, una vez absorbida su presa, estrecharse, ajustarse en torno a ella como un molde. Marcos, Marcos... tengo aquí lo que quieres, lo que te mereces, Marcos. Tengo un látigo con nudos, con púas para destrozarte. La espalda de Marcos se arqueaba, se tensaba impulsando su vientre en un espasmódico vaivén. Y su cuerpo se crispaba como horadado por uñas de diamantes y aceleraba su ritmo como sacudido por invisibles lenguas de cuero. Marcos... voy a reventarte, voy a clavarte el mango de mi fusta, voy a hincarte el cañón de mi revólver, Marcos. Y un, dos, tres dedos de Marcos desaparecían en el elástico túnel y volvían a emerger con la precisión de un pistón bien lubricado. Voy a dispararte el chorro de mis cojones, a orinarme en tu boca. Marcos. El aro que formaban el pulgar y el índice sobre la húmeda ciruela del glande se ocupaban frenéticamente de que fuera eyaculando todo el nácar, abatida la altivez, la dureza amansada, mientras la cinta exhalaba un penetrante pitido señalando el final de la ceremonia.


Los ultimos tres cuentos,  La castigadora,  La vengadora y  La presa son el realidad una trilogía; un cuento engarzado desde el punto de vista de tres personas. Una mulata, creyéndose despreciada por un hombre impotente, busca a una modelo para hacerle unas  fotografías falsas para que al imprimirlas piense que le fué infiel a su mujer. Su mujer, al descubrirlo, molesta porque piensa que esa es la razón de la falta de sexo, no reclama, pero le hace llegar señas y cartas de esa noche que él no recuerda. Pronto comienza a ponerle cartas insistentes donde le recuerda su impotencia, pero le dice que ponga empeño con su mujer. El se obsesiona por la inexistente chica que le escribe, despertándole a la bestia que dormía, pero a la vez haciéndolo cambiar.

 »Y no te apures, baby. Estuviste magnífico, en serio. Fuiste como una ola: llegaste a donde pudiste y cuando pudiste llegar. Así son las cosas y hay que tomarlas como son. Sólo siento no haber tenido ocasión de lucirme a conciencia, no haberte hecho una verdadera demostración de lo bien que puedo desenvolverme. Tú hiciste toda la faena. O casi toda, no digas que no, no seas modesto, pero los demás también querríamos presumir de habilidades. Pero puedo ponerte un ejemplo de ellas, baby, me siento inspirada.
 »Verás: te imagino aquí, conmigo, tendido a mi lado y deseo con todas mis fuerzas emplearme a gusto en disfrutar de ti. Y por eso voy a quitarte el pijama, suave, muy suave, preparándote, baby. Te acaricio: los costados primero, mientras mi boca bebe de tu boca y mis muslos atenazan los tuyos. Van subiendo mis dedos hasta tus hombros, van desabrochando la chaqueta... Y desciende mi boca marcando por tu pecho su sendero de saliva. También se mojan tus piernas entre mis muslos... ¿no lo notas? Di.»
....
«Practica esto con tu mujer. Es mejor ensayar con alguien que no espera de ti grandes prodigios, para no correr el peligro de quedarse cortos en otras circunstancias más comprometidas. Chao, baby. Por cierto, ¿cómo salieron las fotos?»

Me recuerda levemente el libro "Patrañas de Self Will", pero sin el elemento del sexo extraño. Este es un libro excepcional.



Perversógrafo: Masturbación, sexo oral, vaginal, anal, homosexualidad, sueños húmedos, infidelidad, virginidad, seducción, flagelación, violación.



Alevosías
Ana Rossetti
Tusquets, Editores
España, Marzo 1991
ISBN: 978-84-7223-300-3
208 pág.



lunes, 14 de enero de 2013

Cocina Afrodisiaca


De antemano una disculpa. Este blog suele estar centrado en la literatura erótica. Pero hoy me voy a permitir una disgresión personal que traigo entre las cejas.

Últimamente me cuesta mucho escribir. Puede ser porque la mayor parte de los libros de literatura eróticos que me faltan de comentar son acerca de BDSM, un tema que me es más ajeno que las ecuaciones diferenciales, mi único fracaso no amoroso en la carrera de ingeniería.

Ayer, hacha en mano, mientras cocinaba, soñaba con empatar las grandes pasiones en mi vida en una nueva empresa. Me vi desempleado y con un pequeño capital para invertir ¿Cómo combinar mi gusto por el erotismo, la literatura y ese otro amor mío………..la cocina?

Pienso que no me iría mal si pusiera un restaurante. Un restaurante de comida afrodisiaca que preparara los ánimos para amantes, enamorados o personas que quisieran una chispa extra en su imaginación.
Yo no vendería comida ni llenaría estómagos. Y dado que tampoco creo que la comida por sí misma sea afrodisiaca, yo lo que vendería sería una vivencia especial….imagina:

De esto estoy hablando
Llegarías a un restaurante sobrio, iluminado, moderno y moderadamente amplio. Con olores florales en el ambiente. En las pantallas, algún fragmento de Passolini o una voz de mujer leyendo algún texto erótico. Te recibirían personalmente y te ofrecerían, ya fuera una moderna mesa, discretamente acomodada para concentrarte en tu pareja y minimizar las miradas a otras mesas; o bien alguno de los reservados con un poco más de privacidad y sillones que invitaran a la voluptuosidad. Cara a cara con tu pareja, mesa de por medio y posibilidad de discretas caricias.

El menú podría basarse levemente en algunos pasajes de la literatura erótica. Postres basados en “Las mil y una noches” o aquellas famosas codornices en pétalos de rosas. Hidromiel casero, jugos de frutas y bebidas preparadas. Algún vino. Las ensaladas adornadas con flores de gran colorido.

Las comidas deberían ser ligeras y especiadas, sugerentemente adornadas para despertar la imaginación, y el menú debería contener tips sobre cómo mejorar el sabor del semen o qué irritantes evitar con ciertas prácticas….incluso qué platillo esté contraindicado con tal práctica (espárragos y sexo oral, por ejemplo o el aguacate que luego en el 69 hace estragos).

Aunque algunas de las cosas más locas las he hecho estando profundamente borracho, reconozco que el buen erotismo requiere moderación en el alcohol. Creo que el personal debería poder recomendar platillos que fueran bien antes de pasar a acciones más de piel a piel . Incluso ir variando las bebidas para que una pareja salga encendida del restaurante, listos para la acción pero no noqueados.

Aceptable
Las fresas y el chocolate serían los reyes del menú.  El menú estaría bastante centrado en los dulces. Sugerentes platillos que no desagraden la vista ni el oído……que fueran una fiesta en la lengua y la nariz. Mucha de la comida debería poder comerse con las manos, sin cubiertos.

Un cup-cake como un pequeño seno sería válido; un enorme pepino eyaculando crema no. Yo siento que la comida es voluptuosa por sí misma, pero no afrodisiaca, eso lo causa la imaginación y eso es lo que yo vendería; una experiencia que te dispusiera a disfrutar una larga sesión de pasión; o en la barra, una comida que te restaure después de una rijosa sesión sexual.

Me olvido de momento de los inspectores, las extorsiones, la fumigación y la administración de las chequeras………Te pregunto ¿visitarías un restaurante así? ¿qué le cambiarías? ¿Qué te gustaría encontrar? ¿Para qué irías a un restaurante de comida afrodisiaca?

Inadecuado