jueves, 17 de enero de 2013

Alevosías de Ana Rossetti

Hay libros eróticos, sobre todo los clásicos, que tratan temas recurrentes: la pobre muchacha que pierde su virginidad y se mete al mundo de la prostitución, y comienza un relato muy típico de época. Este libro no es así.

Alevosías ganó el premio "La sonrisa vertical" en el año de 1991, lo cual nos da una idea de que no se trata de un libro típico. Lo que no encontraremos en este libro es sexo consensual entre adultos maduros. No vamos a encontrar encuentros eróticos amorosos. El título del libro describe a la perfección lo que encontraremos en ocho cuentos: sexo con alevosía (y la mayor parte de las veces sin premeditación).

Lo que me queda muy claro es que no me gustaría tener como enemiga a alguien con una imaginación tan despierta, y con tal acierto para planear venganzas como la autora hace gala en este libro.

En los cuentos hay temas recurrentes: la confusión que una incipiente homosexualidad puede causar; la fiereza con que un ser despechado puede urdir una venganza; la confusión del despertar sexual y las consecuencias desagradables del desamor.

Las descripciones de las sensaciones eróticas son muy femeninas, novedosas, elegantes: los pezones como centro del placer, las orejas como punto para seducir a una pareja y el sexo anal como una imagen erotizante recurrente. Ojo, no el sexo anal como una práctica sexual especialmente agradable o desagradable, sino como imagen o idea que despierta la lascivia.

Las alevosías a las que hace referencia la autora no son necesariamente sexuales (violaciones), se trata más bien de cómo nuestras pasiones o sentimientos nos sucitan reacciones inesperadas.

En Del diablo y sus hazañas, tenemos el típico cuento de iniciación de un niño a los deseos y a la sexualidad adolescente. Un niño tan poco informado que pronto confunde la pasión con el diablo y se tira sobre cualquier persona que le despierte deseos. En el cuento  Et ne nos inducas, tenemos algo parecido, entre los novicios de un convento y el padre confesor, quienes sienten una violenta atracción por un bello compañero. Mientras en el primer cuento, la pasión sexual es atribuida al demonio, en el segundo cuento es atribuida a la falta de modestia. Ambos cuentos proponen soluciones opuestas e igualmente equivocadas.

En La noche de aquel día, una mujer recuerda sus infantiles escarceos sexuales con su hermanita, quien acaba de contraer matrimonio. Recuerda cómo la desvirgó para  tenerla siempre para sí, pero se da cuenta que ella, al haber permanecido virgen, es quien ha llevado una vida de soledad en la ciudad, mientras la hermana ha disfrutado con la mitad del pueblo. Allí mismo decide fornicar con el primer hombre que encuentre.

En Siempre malquerida, tenemos el caso de una mujer sin suerte para el amor, y con más deseos que posibilidades de cumplirlos. Ella urde toda clase de planes de venganza, aunque la venganza no le quita las ansias sexuales. La abandonan, o tiene maridos célibes o le tienen asco a su cuerpo. Siempre hay una venganza posible.

En La cara oculta del amor tenemos un cuento que si no fuera tan siniestro, sería de humor negro: un hombre viola a su novia por culpa del ex-maestro y mejor amigo de ambos, quien, despechado, está empeñado en destruirle la vida. ¿o no?

 Pronto, entre sus muslos, la blancura de una vaina, al agitarse, hacía relampaguear la apretada violeta que descubría y ocultaba. Marcos, susurraba la cinta, Marcos... voy a correrme, voy a vaciar mi leche sobre ti, voy a ahogarte. Y los labios de Marcos se entreabrían y, al igual que un animal estira inútilmente la cadena que lo atrapa, su lengua oteaba, succionaba el aire para arrancarle alguna gota del denso aluvión garantizado. Una gasa transparente y resbaladiza relucía en su boca. Marcos, continuaba la cinta, Marcos... voy a encularte, voy a romperte el culo con mi polla. Y la saliva de Marcos, como el aceite sobre una herramienta, inundaba la mano inactiva que, al instante, comenzaba su labor. Llegaba a los aledaños de la grieta que dividía sus nalgas y se deslizaba hasta el fondo del valle. Allí sus dedos presionaban con sabiduría hasta que la carne cedía al fin, alisaba el borde arrugado de su hermético agujero, distendía su conducto acolchado para, una vez absorbida su presa, estrecharse, ajustarse en torno a ella como un molde. Marcos, Marcos... tengo aquí lo que quieres, lo que te mereces, Marcos. Tengo un látigo con nudos, con púas para destrozarte. La espalda de Marcos se arqueaba, se tensaba impulsando su vientre en un espasmódico vaivén. Y su cuerpo se crispaba como horadado por uñas de diamantes y aceleraba su ritmo como sacudido por invisibles lenguas de cuero. Marcos... voy a reventarte, voy a clavarte el mango de mi fusta, voy a hincarte el cañón de mi revólver, Marcos. Y un, dos, tres dedos de Marcos desaparecían en el elástico túnel y volvían a emerger con la precisión de un pistón bien lubricado. Voy a dispararte el chorro de mis cojones, a orinarme en tu boca. Marcos. El aro que formaban el pulgar y el índice sobre la húmeda ciruela del glande se ocupaban frenéticamente de que fuera eyaculando todo el nácar, abatida la altivez, la dureza amansada, mientras la cinta exhalaba un penetrante pitido señalando el final de la ceremonia.


Los ultimos tres cuentos,  La castigadora,  La vengadora y  La presa son el realidad una trilogía; un cuento engarzado desde el punto de vista de tres personas. Una mulata, creyéndose despreciada por un hombre impotente, busca a una modelo para hacerle unas  fotografías falsas para que al imprimirlas piense que le fué infiel a su mujer. Su mujer, al descubrirlo, molesta porque piensa que esa es la razón de la falta de sexo, no reclama, pero le hace llegar señas y cartas de esa noche que él no recuerda. Pronto comienza a ponerle cartas insistentes donde le recuerda su impotencia, pero le dice que ponga empeño con su mujer. El se obsesiona por la inexistente chica que le escribe, despertándole a la bestia que dormía, pero a la vez haciéndolo cambiar.

 »Y no te apures, baby. Estuviste magnífico, en serio. Fuiste como una ola: llegaste a donde pudiste y cuando pudiste llegar. Así son las cosas y hay que tomarlas como son. Sólo siento no haber tenido ocasión de lucirme a conciencia, no haberte hecho una verdadera demostración de lo bien que puedo desenvolverme. Tú hiciste toda la faena. O casi toda, no digas que no, no seas modesto, pero los demás también querríamos presumir de habilidades. Pero puedo ponerte un ejemplo de ellas, baby, me siento inspirada.
 »Verás: te imagino aquí, conmigo, tendido a mi lado y deseo con todas mis fuerzas emplearme a gusto en disfrutar de ti. Y por eso voy a quitarte el pijama, suave, muy suave, preparándote, baby. Te acaricio: los costados primero, mientras mi boca bebe de tu boca y mis muslos atenazan los tuyos. Van subiendo mis dedos hasta tus hombros, van desabrochando la chaqueta... Y desciende mi boca marcando por tu pecho su sendero de saliva. También se mojan tus piernas entre mis muslos... ¿no lo notas? Di.»
....
«Practica esto con tu mujer. Es mejor ensayar con alguien que no espera de ti grandes prodigios, para no correr el peligro de quedarse cortos en otras circunstancias más comprometidas. Chao, baby. Por cierto, ¿cómo salieron las fotos?»

Me recuerda levemente el libro "Patrañas de Self Will", pero sin el elemento del sexo extraño. Este es un libro excepcional.



Perversógrafo: Masturbación, sexo oral, vaginal, anal, homosexualidad, sueños húmedos, infidelidad, virginidad, seducción, flagelación, violación.



Alevosías
Ana Rossetti
Tusquets, Editores
España, Marzo 1991
ISBN: 978-84-7223-300-3
208 pág.



3 comentarios:

  1. La Ana Rossetti que yo conozco es ésta:

    "Aunque muestres tus cartas,
    ofrezcas recompensas o te vengues;
    aprendiz del halcón urdas tus cetrerías,
    tiendas, como la araña, seducciones
    o igual que la paloma envíes tus poemas,
    llevas las de perder.
    Bien que te lo advertí, niño desobediente.
    Pero ¿por qué elegiste el fruto envenenado?
    ¿Por qué, di?
    Ha irrumpido en tu reino el amor con su plaga
    de friebre y desventura
    y ahora no hay remedio, mi corazón suicida:
    estás muerto de muerte enamorada".


    Otro poema:

    "Si recordaras, amor mío, qué es lo que te
    aguarda tras las seguras paredes de la espera.
    Si recordaras cómo ¡y qué cruelmente! el deseo
    atendido oculta su puñalada de decepción.
    Si recordaras que, una vez que la pasión estalla],
    el secreto deja de ser escudo y huída,
    no me insistirías para que te mostrara, para que te]
    ofreciera, para que te otorgue.
    Sino que te resignarías a sobrevivir dentro de mí]
    en el dúctil territorio de los sueños, donde todos]
    los modos de ternura que puedas inventar son
    permitidos, toda tempestad música y ningún temor ]
    es irrevocable.
    Si recordaras, Amor mío, qué es lo que te aguarda]
    tras las seguras paredes de mi corazón,
    no me obligarías a levantarme en armas contra ti,]
    a detenerte, a desmentirte, a amordazarte, a
    traicionarte…
    antes de que te me arrebaten, dulce silencio mío,]
    mi único tesoro, insensato e irreductible sentimiento."]

    "Punto Umbrío" (1996)

    Un poemario magnífico que os recomiendo.
    Saludos!

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  2. De los blog mas estimulantes que he visto, lo suelo visitar con frecuencia
    Sigue asi!!!

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